Era la noche de Navidad, y la nieve caía suavemente sobre las calles desiertas de mi pequeño pueblo. Todo estaba tranquilo, demasiado tranquilo. Me encontraba solo en casa, disfrutando del calor del fuego en la chimenea y la suave luz de las velas. Sin embargo, algo en el aire me ponía nervioso, una sensación de inquietud que no podía explicar.
De repente, escuché un sonido extraño proveniente del exterior, como el crujir de la nieve bajo unos pasos pesados. Miré por la ventana y vi una figura oscura y difusa caminando lentamente por la calle. No podía ver su rostro, pero algo en su andar me heló la sangre.
Decidí ignorarla y volví a mi cómodo sillón, intentando concentrarme en mi libro. Pero los sonidos continuaron, ahora más cerca, como si alguien estuviera caminando alrededor de mi casa. Cada crujido de la nieve me hacía saltar. Intenté convencerme de que era solo mi imaginación, fruto de las historias de fantasmas y leyendas urbanas que solían contarse en el pueblo durante esta época.
Pero entonces, ocurrió algo que me dejó paralizado de miedo. Un golpe fuerte en la puerta principal. Me levanté temblando, sin saber si abrir o esconderme. Después de unos segundos que parecieron eternos, me armé de valor y me acerqué a la puerta. Al abrir, el viento helado me golpeó la cara, pero no había nadie allí. Solo la nieve cayendo silenciosamente.
Cerré la puerta rápidamente y me giré, solo para ver que las velas se habían apagado y la habitación estaba ahora en completa oscuridad. Sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal. Algo no estaba bien. Entonces, oí un susurro, una voz apenas audible que parecía venir de todas partes y de ninguna a la vez. No podía entender lo que decía, pero el tono era siniestro.
En ese momento, la chimenea se apagó repentinamente, dejando la habitación aún más fría. Sentí una presencia detrás de mí, algo oscuro y amenazante. Me giré lentamente, pero no había nada, solo la oscuridad.
La sensación de terror se intensificó. Sabía que no estaba solo en la casa. Algo o alguien me estaba observando, escondido en las sombras. Quería correr, pero mis piernas no respondían. Estaba atrapado en este juego macabro, en esta noche de Navidad que se había convertido en una pesadilla.
Finalmente, reuní el valor para moverme. Encendí todas las luces y revisé cada rincón de la casa, pero no encontré nada. Sin embargo, la sensación de ser observado nunca desapareció. Pasé el resto de la noche despierto, escuchando atentamente cualquier sonido, esperando que el amanecer trajera consigo la normalidad.
Pero esa noche cambió algo en mí. Nunca volví a sentirme completamente seguro en mi propia casa. Y cada Navidad, cuando la nieve comienza a caer, recuerdo esa presencia, ese susurro en la oscuridad, y sé que algo siniestro me acechó aquella fría noche de invierno.