¿Leyenda o realidad?
Cuenta la leyenda que a finales del siglo XX se generó un evento que dejaría sin palabras a la población de ese entonces. Juan vivía con su esposa María en una humilde casa de madera de coco y tejas de barro. Él era campesino y lo poco que ganaba apenas le daba para comprar comida.
Juan aún tenía con vida a su madre, una ancianita de más de 80 años algo enferma y cansada por la edad. Diariamente Juan recibía las visitas de su madre para alimentarla, de lo poco que él tenía siempre le regalaba un platillo de comida a su mamá.
Con el tiempo, la esposa de Juan se cansó de la situación y en secreto se molestaba por tener que mantener a la ancianita. Cierto día, harta de lo que ocurría día a día, ella decidió hablar con su esposo. Le dijo que no era su obligación mantener a su madre, teniendo otros hermanos y que por favor le dijera a su madre que no había comida, para que se marchara y los dos comieran en paz.
La anciana llegó a la misma hora, Juan la recibió y le dijo exactamente lo que su mujer le pidió, argumento que no tenía dinero, por lo tanto, no podía comprar comida. Pero la mujer de avanzada edad respondió:
-No he venido a comer hijo, no es necesario que me alimentes, vengo porque me gusta tu compañía, pero mañana regreso si así lo quieres.La mujer se fue de la casa de su hijo a paso lento, cuando la mujer de Juan notó que la anciana se había ido, informó a Juan que el puchero estaba listo y solo tenía que servirlo.
Ambos pasaron a la cocina y Juan se sentó. La mujer tomó un plato y se dispuso a abrir la olla que contenía su alimento, sorpresa que recibió cuando notó que la comida había desaparecido y en su lugar, solo existía una enorme serpiente que la miró directo a los ojos, sacando su larga lengua.
De la impresión la mujer dejó caer la tapa de la olla y soltó un grito.
- ¿Pero ¿qué te ocurre? - preguntó Juan.
-Mira lo que hay en la olla!!Juan no podía creer el tamaño del animal y la escena en general, él asumió que era un castigo del cielo por negarle la comida a su madre. Desde entonces se dice que a los padres nunca hay que negarle un plato de comida y menos por egoísmo.