Capítulo 7

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POV Gianna

El señor Weasley los despertó temprano por la mañana. Usó la magia para desmontar las tiendas y dejaron el camping tan rápido como pudieron.

Al acercarse al punto donde se hallaban los trasladores oyeron voces insistentes. Cuando llegaron vieron a Basil, el que estaba a cargo de los trasladores, rodeado de magos y brujas que exigían abandonar el cámping lo antes posible. El señor Weasley discutió también brevemente con Basil, y terminaron poniéndose en la cola. Antes de que saliera el sol cogieron un neumático viejo que los llevó a la colina de Stoatshead. Con la luz del alba, regresaron por Ottery St. Catchpole hacia La Madriguera, hablando muy poco porque estaban cansados y no pensaban más que en el desayuno. Cuando doblaron el recodo del camino y La Madriguera apareció a la vista, les llegó por el húmedo camino el eco de una persona que gritaba:

- ¡Gracias a Dios, gracias a Dios!

La señora Weasley, que evidentemente los había estado aguardando en el jardín delantero, corrió hacia ellos, todavía calzada con las zapatillas que se ponía para salir de la cama, la cara pálida y tensa y un ejemplar estrujado de El Profeta en la mano.

- ¡Arthur, qué preocupada me habéis tenido, qué preocupada!

Le echó a su marido los brazos al cuello, y El Profeta se le cayó de la mano. Al mirarlo en el suelo, Gia distinguió el titular «Escenas de terror en los Mundiales de quidditch», acompañado de una centelleante fotografía en blanco y negro que mostraba la Marca Tenebrosa sobre las copas de los árboles.

- Estáis todos bien - murmuraba la señora Weasley como ida, soltando al señor Weasley y mirándolos con los ojos enrojecidos -. Estáis vivos, niños...

Y, para sorpresa de todo el mundo, cogió a Fred y George y los abrazó con tanta fuerza que sus cabezas chocaron.

- ¡Ay!, mamá... nos estás ahogando...

- ¡Pensar que os reñí antes de que os fuerais! - dijo la señora Weasley, comenzando a sollozar -. ¡No he pensado en otra cosa! Que si os atrapaba Quien-vosotros-sabéis, lo último que yo os había dicho era que no habíais tenido bastantes TIMOS. Ay, Fred... George...

- Vamos, Molly, ya ves que estamos todos bien - le dijo el señor Weasley en tono tranquilizador, arrancándola de los gemelos y llevándola hacia la casa -. Bill - añadió en voz baja -, recoge el periódico. Quiero ver lo que dice.

Una vez que hubieron entrado todos, algo apretados, en la pequeña cocina y que Hermione hubo preparado una taza de té muy fuerte para la señora Weasley, en el que su marido insistió en echar unas gotas de «whisky envejecido de Ogden», Bill le entregó el periódico a su padre. Éste echó un vistazo a la primera página mientras Percy atisbaba por encima de su hombro.

- Me lo imaginaba - dijo resoplando el señor Weasley -. «Errores garrafales del Ministerio... los culpables en libertad... falta de seguridad... magos tenebrosos yendo por ahí libremente... desgracia nacional...» ¿Quién ha escrito esto? Ah, claro... Rita Skeeter.

- ¡Esa mujer la tiene tomada con el Ministerio de Magia! - exclamó Percy furioso -. La semana pasada dijo que perdíamos el tiempo con nimiedades referentes al grosor de los calderos en vez de acabar con los vampiros. Como si no estuviera expresamente establecido en el parágrafo duodécimo de las Orientaciones para el trato de los seres no mágicos parcialmente humanos...

- Haznos un favor, Percy - le pidió Bill, bostezando -, cállate.

- Me mencionan - dijo el señor Weasley, abriendo los ojos tras las gafas al llegar al final del artículo de El Profeta.

Soulmates IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora