Capítulo 29

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----------- El símbolo (...) en la literatura significa que hay faltan trozos. He tenido que aligerar porque sino, no acabábamos nunca -----------------

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"¿De qué mierdas sirven los ancestros entonces?", pensó Gia cuando Voldemort apartó la vista de ella y empezó a examinar su propio cuerpo. "No te creas tanto, el del diario merecía la pena". Las manos eran como grandes arañas blancas; con los largos dedos se acarició el pecho, los brazos, la cara. Los rojos ojos, cuyas pupilas eran alargadas como las de un gato, refulgieron en la oscuridad. Levantó las manos y flexionó los dedos con expresión embelesada y exultante. No hizo el menor caso de Colagusano, que se retorcía sangrando por el suelo, ni de la enorme serpiente, que otra vez había aparecido y daba vueltas alrededor

de Gia, emitiendo sutiles silbidos. Voldemort deslizó una de aquellas manos de dedos anormalmente largos en un bolsillo de la túnica, y sacó una varita mágica. También la acarició suavemente, y luego la levantó y apuntó con ella a Colagusano, que se elevó en el aire y fue a estrellarse contra la tumba a la que Gia estaba atado. Cayó a sus pies y quedó allí,

desmadejado y llorando. "Podrías haberlo matado. No es como si alguien pudiera echarlo en falta. Nos harías un favor a todos", pensó. "Ya que lo haces, lo haces bien". Voldemort volvió hacia Gia sus rojos ojos, y soltó una risa sin alegría, fría, aguda, como si hubiese escuchado sus pensamientos, y probablemente lo había hecho y, por una vez, estuvieran de acuerdo.

La túnica de Colagusano tenía manchas sanguinolentas, pues éste se había envuelto con ella el muñón del brazo.

- Señor... - rogó con voz ahogada -, señor... me prometisteis... me prometisteis...

- Levanta el brazo - dijo Voldemort con desgana.

- ¡Ah, señor... gracias, señor...!

Alargó el muñón ensangrentado, pero Voldemort volvió a reírse.

- ¡El otro brazo, Colagusano!

- Amo, por favor... por favor...

Voldemort se inclinó hacia él y tiró de su brazo izquierdo. Le retiró la manga por encima del codo, y Gia entonces pudo percibirl el distintivo del que Malfoy le habia hablado, algo como un tatuaje de color rojo intenso: una calavera con una serpiente que le salia de la boca, la misma imagen que habia aparecido en el cielo en los Mundiales, la Marca Tenebrosa. Voldemort la examinó cuidadosamente, sin hacer caso del llanto incontrolable de Colagusano.

- Ha retornado - dijo con voz suave -. Todos se habrán dado cuenta... y ahora veremos... ahora sabremos...

Apretó con su largo índice blanco la marca del brazo de Colagusano. La cicatriz volvió a dolerle, y Colagusano dejó escapar un nuevo alarido. Voldemort retiró los dedos de la marca de Colagusano, y Gia vio que se había vuelto de un negro azabache. Con expresión de cruel satisfacción, Voldemort se irguió, echó atrás la cabeza y contempló el oscuro cementerio.

- Al notarlo, ¿cuántos tendrán el valor de regresar? - susurró, fijando en las estrellas sus brillantes ojos rojos -. ¿Y cuántos serán lo bastante locos para no hacerlo?

Comenzó a pasear de un lado a otro ante Gia y Colagusano, barriendo el cementerio con los ojos sin cesar. Después de un minuto volvió a mirar a Gia, y una cruel sonrisa torció su rostro de serpiente.

- Estas sobre los restos de mi difunto padre, Gianna - dijo con un suave siseo. "Me siento honrada", pensó -. Era muggle y ademas idiota... como tu querida madre - Gia se retorció mirándolo con rabia -. Pero los dos han tenido su utilidad, ¿no? Tu madre murió para defenderte cuando eras niña... A mi padre lo maté yo, y ya ves lo útil que me ha sido después de muerto.

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