Capítulo 32

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Dumbledore miró a Crouch e hizo aparecer unas cuerdas para atarlo firmemente.

- Minerva, ¿te podrías quedar vigilándolo mientras subo con Gia?

- Desde luego - respondió ella. Daba la impresión de que sentía náuseas, como si acabara de ver vomitar a alguien. Sin embargo, cuando sacó la varita y apuntó con ella a Barty Crouch, su mano estaba completamente firme.

- Severus, por favor, dile a la señora Pomfrey que venga - indicó Dumbledore -. Hay que llevar a Alastor Moody a la enfermería. Luego baja a los terrenos, busca a Cornelius Fudge y tráelo acá. Supongo que querrá oír personalmente a Crouch. Si quiere algo de mí, dile que estaré en la enfermería dentro de media hora.

Snape asintió en silencio y salió del despacho.

- Gia, cielo... - la llamó con suavidad.

Gia se levantó como una autómata y volvió a tambalearse. Un dolor le cruzó en el pecho, como si algo se le rompiera por dentro, sumado al de la pierna. También se dio cuenta de que temblaba. Dumbledore la cogió de los hombros, ayudándole a salir al oscuro corredor. Tenía la mirada ausente.

- Antes que nada, quiero que vengas a mi despacho, Gia - le dijo en voz baja, mientras se encaminaban hacia el pasadizo -. Sirius nos está esperando allí.

Gia asintió con la cabeza, aunque sentía su voz muy, muy lejos de allí. Estaba aturdida, con una sensación total de irrealidad. Las imágenes le aparecian en la mente: No quería repasar los recuerdos, demasiado frescos y tan claros como si fueran fotografías, que cruzaban por su mente: Ojoloco Moody dentro del baúl, Colagusano desplomado en el suelo y agarrándose el muñón del brazo, Voldemort surgiendo del caldero entre vapores, Cedric... Se detuvo en seco, soltando un sollozo. Cedric, muerto, pidiéndole que lo llevara a sus padres, que fuese a buscar algo para ella...

- Profesor... - murmuró con voz tomada -. ¿dónde están los señores Diggory?

- Están con la profesora Sprout - dijo Dumbledore. Su voz, tan impasible durante todo el interrogatorio de Barty Crouch, tembló levemente por vez primera -. Es la jefa de la casa de Cedric, y es quien mejor lo conocía.

Llegaron ante la gárgola de piedra. Dumbledore pronunció la contraseña, se hizo a un lado, y él y Gia subieron por la escalera de caracol móvil hasta la puerta de roble. Dumbledore la abrió.

Sirius se encontraba allí, de pie. Tenía la cara tan pálida y demacrada como cuando había escapado de Azkaban. Cruzó en dos zancadas el despacho.

- ¿Estás bien, Gia? Lo sabía, sabía que pasaría algo así. ¿Qué ha ocurrido?

Las manos le temblaban al ayudar a Gia a sentarse en una silla, delante del escritorio.

- ¿Qué ha ocurrido? - preguntó, más apremiante.

Dumbledore comenzó a contarle a Sirius todo lo que había dicho Barty Crouch. Gia sólo escuchaba a medias. Estaba tan agotada que le dolía hasta el pelo, y lo único que quería era quedarse allí, abrazada a Sirius y que no le molestaran durante horas y horas, hasta dormirse y no sentir nada. El rostro de Cedric, sonriendo, apareció en su mente, y Gia se aferró mas a Sirius.

Dumbledore dejó de hablar. Sentado al escritorio, miraba fijamente a Gia, pero ésta evitaba sus ojos. Se disponía a interrogarlo. Le haría revivirlo todo.

- Necesito saber qué sucedió después de que tocaste el traslador en el laberinto, Gia - le dijo.

- Podemos dejarlo para mañana por la mañana, ¿no, Dumbledore? - se apresuró a observar Sirius. La aferraba con la misma fuerza -. Dejémosla dormir. Que descanse.

Soulmates IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora