Capítulo 33

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Cuando Gia despertó por la mañana era tan temprano que el amanecer aun inundaba la enfermería. Se quedó un largo rato mirando el techo, pensando.

Todo era culpa suya. Ella había querido que ambos cogieran la Copa, que ganasen juntos. "Seremos la pareja campeona", habían dicho. Se sintió todavía peor al recordar a Cedric tratando de anteponerse a ella, buscando protegerla a toda costa de Colagusano. Su cálida mano cogiéndole los dedos, asegurándose de que no se alejaba de su lado. Todo se rompió cuando Voldemort pasó por delante de ellos, le empezó a arder la cicatriz y lo soltó, cayendo al suelo. El rayo verde cruzó su mente como una bala, como si le impactase a ella en ese momento, rompiendo en su pecho con dolor. Se mordió el labio con fuerza, tratando de ahogar las ganas de gritar de desesperación.

Era culpa suya. No había podido proteger a Cedric. No había podido salvarlo de ese destino tan terrible. Era culpa suya y solo suya. Pudo salvar a Malfoy, pero no pude salvar a Cedric.

"¿Qué clase de heroína soy entonces, que no puedo salvar a la gente que me rodea? Cedric lo intentó conmigo, se puso delante para protegerme. ¿Por que yo no podía levantarme y sacudir la mano?" se dijo a sí misma con rabia.

Aun no había terminado de amanecer cuando la señora Pomfrey la vio despierta y sentada en el borde de la cama, con gesto ausente. Se acercó a ella, la revisó y le dijo que podía volver a la torre de Gryffindor. Gia asintió, aunque no estaba segura de si tenía el derecho de volver allí. Salió de la enfermería y, aprovechando que era demasiado temprano para que ningún alumno estuviese por allí, se dirigió por el camino a los jardines. Al salir, cogió con fuerza una bocanada de aire, puro, fresco y limpio. Miró hacia el lago: el carruaje de Beauxbatons y de Durmstrang aún seguían allí. Bajó por el camino, sin prestar atención realmente a nada, y llegó hasta los lindes del bosque prohibido, donde se sentó tras un árbol, dándole la espalda al colegio. El bosque estaba recibiendo los primeros rayos de sol entre las ramas de los altos árboles, y si no pensaba en lo que había dentro y en todo lo que pasaba en el mundo, a Gia le parecía que estaba hermoso.

"Cuando todo esto acabe, seremos libres. Y entonces lo entenderás todo, Gia, te lo prometo", le había dicho Cedric antes de la prueba. "Busca en los cajones de mi habitación, hay algo para ti". Gia no estaba segura de querer saber qué era lo que se escondía en los cajones de su habitación. Oyó un gemido lastimero, a lo lejos, y de repente notó como su mejilla entraba en contacto con la hierba.

Este mundo puede hacerte daño

Te corta profundamente y deja una cicatriz

Las cosas se desmoronan, pero nada se rompe como un corazón

Y nada se rompe como un corazón.

Las lagrimas resbalaban de sus ojos por su nariz hasta la hierba, creando un pequeño charquito. Pensó que cualquiera que pasara por allí pensaría que era ridícula, tirada en la hierba como una muñeca rota, llorando. Y seguramente seria así, sobre todo si habían leído el artículo de Skeeter y sus gritos histéricos la noche anterior.

- ¿Qué haces aquí, preciosa? - le dijo una voz a su lado. Gia miró de reojo, aun sabiendo a quién pertenecía, y negó con la cabeza.

- La pregunta es qué haces tú aquí - susurró -. Estas muerto - Cedric soltó una risita.

- Eso parece - dijo con voz lastimera -. Pero sigo sin entender que haces aquí, tumbada en la hierba, sola. No es el momento para alejarte, Gia.

- Lo necesitaba - dijo, incorporándose y secándose las lágrimas. Cedric asintió - Lo siento. Lo siento muchísimo, fue culpa mía, Ced. Yo te dije que cogiéramos juntos la Copa.

Soulmates IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora