Capítulo 30

220 24 0
                                    

Colagusano se acercó a Gia, y ella apoyó los pies en la lápida, tratando de ignorar el dolor de su cuerpo. En cuanto le sacó la bola de tela de la boca y dio un solo golpe, las ataduras que la sujetaban se cortaron. Casi sin fuerzas, Gia alzó una mano:

- Se te olvida una cosa, Ryddle - dijo, mirándolo. Voldemort se giró y la miró, arrugando su serpenteante rostro. Gia sonrió, miró a los mortifagos y murmuró -: Lecutio... máxima.

Un potente rayo salió de su mano, impactando directamente en Colagusano, haciéndole retorcerse bajo potentes descargas eléctricas. Los mortifagos, bajo la máscara, se asustaron.

- No me vuelvas a poner a esta cosa repugnante a cuidarme... Ryddle - le espetó con asco -. Siempre cometiendo los mismo errores, Ryddle. Subestimándome. ¿Por qué esta vez? ¿Por tener catorce años o por ser mujer?

- No puedes hacer magia sin varita - le soltó -. Eres... - Gia se rió como pudo. Movió la mano hacia la varita.

- Accio varita - murmuró -. Siempre subestimandome. Lo hiciste con la piedra, y lo hiciste en la Cámara. ¿Creíste que Dumbledore iba a dejarme desprotegida? - Los mortífagos cerraban filas, tapando los huecos de los que faltaban y formando un cerco más apretado en torno a Voldemort y ella -. ¿Quieres duelo? Adelante, tengamos duelo.

Voldemort parpadeó unos instantes, perplejo, pero reaccionó enseguida.

- Saludemonos con una inclinación, Gia - dijo Voldemort, agachándose un poco, pero sin dejar de presentar a Gia su cara de serpiente -. Vamos, hay que comportarse, eres una damita... A Dumbledore le gustaría que hicieras gala de tus buenos modales. Inclínate ante ante la muerte, Gianna.

Los mortífagos volvieron a reírse. La boca sin labios de Voldemort se contorsionó en una sonrisa, y Gia se inclinó con arrogancia y burla, haciéndole rabiar.

- Eres una niñata insolente y peleona - gruñó -. Al menos, en eso tienes dignidad.

- Gracias - dijo con suficiencia.

- Ahora da la cara, Gianna -. dijo con voz suave -. Da la cara, como una mujer, tan orgullosa que dices que eres. Señores, empieza el duelo.

Voldemort levantó la varita una vez más, y antes de que pudiera enviarle otra cruciatus, Gia gritó:

- Expello.

Voldemort salió expulsado hacia atrás, casi derribándolo. Los mortifagos no sabían a donde mirar ni que hacer, pero Voldemort se puso en pie y, esta vez sí, recibió de nuevo el impacto de una maldición cruciatus. El dolor fue tan intenso, tan devastador, que olvidó dónde estaba: era como si cuchillos candentes le horadaran cada centímetro de la piel, y la cabeza le fuera a estallar de dolor. Gritó más fuerte de lo que había gritado en su vida.

Y luego todo cesó. Gia se dio la vuelta y, con dificultad, se puso en pie. Temblaba tan incontrolablemente como Colagusano después de cortarse la mano. En su tambaleo llegó hasta el muro de mortífagos, que la empujaron hacia Voldemort.

- Un pequeño descanso - dijo Voldemort, dilatando de emoción las alargadas rendijas de la nariz -, una breve pausa... Duele, ¿verdad, Gia? No querrás que lo repita, ¿a que no?

Gia se puso a cuatro patas. La varita se le había caído de la mano, pero tanto le daba. Temblando, se levantó, apuntó de nuevo a la nada y murmuró "Accio varita". La varita volvió a aparecer en su mano. Temblando, apuntó a Voldemort y volvió a murmurar "Lecutio máxima". Una sonrisa de satisfacción apareció en su rostro al verlo retorcerse igual que Colagusano bajo miles de descargas eléctricas.

Soulmates IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora