Capítulo 14

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"Tiene que ser una puta broma", pensó Gia, anonadada. "No, definitivamente me estoy quedando sorda con tantas ostias que me he dado en este colegio. Si me quedo aquí quieta, nadie me verá y..."

En la mesa de los profesores, la profesora McGonagall se levantó y se acercó a Dumbledore, con el que cuchicheó impetuosamente. El profesor Dumbledore inclinaba hacia ella la cabeza, frunciendo un poco el entrecejo.

Gia se volvió hacia Ron y Hermione, y después miró a la mesa de Slytherin. Blaise arrugaba el entrecejo, y casi pudo entender lo que le decía entre dientes. "Es una puta broma". Gia asintió. A su lado, Malfoy estaba estupefacto.

- Yo no puse mi nombre - dijo Gia, espantada -. Vosotros lo sabéis. Yo no quería participar.

Uno y otro le devolvieron la misma mirada de aturdimiento.

En la mesa de los profesores, Dumbledore se irguió e hizo un gesto afirmativo a la profesora McGonagall.

- ¡Gianna Potter! - llamó - . ¡Gia! ¡Levántate y ven aquí, por favor!

- Vamos - le susurró Hermione, dándole a Gia un leve empujón.

- Pe-pero... yo no... - murmuró, poniéndose en pie.

Avanzó por el hueco que había entre las mesas de Gryffindor y Hufflepuff. Le pareció un camino larguísimo. La mesa de los profesores no parecía hallarse más cerca aunque caminara hacia ella, y notaba la mirada de cientos y cientos de ojos, como si cada uno de ellos fuera un reflector. El zumbido se hacía cada vez más fuerte. Después de lo que le pareció una hora, se halló delante de Dumbledore y notó las miradas de todos los profesores.

- Pro-profesor... yo no... - murmuró.

- Cruza la puerta, Gia - le dijo sin sonreír.

Gia pasó por la mesa de profesores. Hagrid, sentado justo en un extremo, no le guiñó un ojo, ni levantó la mano, ni hizo ninguna de sus habituales señas de saludo. Parecía completamente aturdido y, al pasar Gia, la miró como hacían todos los demás. Gia salió del Gran Comedor y se encontró en una sala más pequeña, decorada con retratos de brujos y brujas. Delante de ella, en la chimenea, crepitaba un fuego acogedor.

Cuando entró, las caras de los retratados se volvieron hacia ella. Vio que una bruja con el rostro lleno de arrugas salía precipitadamente de los límites de su marco y se iba al cuadro vecino, que era el retrato de un mago con bigotes de foca. La bruja del rostro arrugado empezó a susurrarle algo al oído.

Viktor Krum, Cedric Diggory y Fleur Delacour estaban junto a la chimenea. Con sus siluetas recortadas contra las llamas, tenían un aspecto curiosamente imponente. Krum, cabizbajo y siniestro, se apoyaba en la repisa de la chimenea, ligeramente separado de los otros dos. Cedric, de pie con las manos a la espalda, observaba el fuego. Fleur Delacour la miró cuando entró y volvió a echarse para atrás su largo pelo plateado.

- ¿Todo bien, Gi? - le preguntó Cedric.

- ¿Qué pasa? - preguntó, creyendo que había entrado para transmitirles algún mensaje -. ¿«Quieguen» que volvamos al «comedog»?

Gia estaba tan estupefacta que pensó que si hablaba vomitaría. Se quedó allí quieta, mirándolos a los tres. No recordaba que Cedric fuera tan alto.

Oyó unos pasos apresurados tras ella, y Ludo entró en la sala. Cogió el brazo de Gia y la llevó hacia delante.

- ¡Extraordinario! - susurró, apretándole el brazo -. ¡Absolutamente extraordinario! Caballeros... señorita - añadió, acercándose al fuego y dirigiéndose a los otros tres -. ¿Puedo presentarles, por increíble que parezca, a la cuarta campeona del Torneo de los tres magos?

Soulmates IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora