029. Joven amo. Mérida

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Era claro que todos sabían el poder que tenían los nobles sobre nosotros los de clase baja o la simple servidumbre del castillo. No importaba, nosotros les pertenecemos en alma y cuerpo.

Mi familia había trabajado por generaciones en el castillo, siendo que todo nuestro linaje le ha pertenecido a ellos durante décadas.

Mi abuela, fue la favorita del conde de Escocia. Mi madre del duque de un pueblo de Polonia. Mi hermana del duque de Ucrania. Y yo, soy la favorita del principe de Escocia.

Pareciera que nuestra sangre siempre le ha parecido linda a esta familia. Tanto que desde el primer día trabajando en el castillo ya era la favorita del principe. Así como lo fue su abuelo y sus tíos con mi familia.

Varias veces cuando acompañaba a mi madre al castillo de niña, la perdía. Solía decirme que no me moviera de dónde estaba, y cualquier cosa que viera, guardara silencio. Pero no hice caso y pude ver cómo ese hombre unos cinco años mayor que mi madre se encontraba en ella. Ella se enroscaba en su cuello mientras yacía sentada en un buró mientras aquel duque se encontraba entre sus piernas y soltaban ruidos extraños que no lograba comprender en ese momento.

Era claro que el rey sabía de lo que sucedía bajo el techo de su enorme castillo. El mismo era el que mandaba a una de nosotras las criadas a servir especialmente a algún invitado o familia real que se encontrará en el castillo. Mi hermana de alguna forma tenía suerte, aquel duque de Ucrania no se encontraba todo el tiempo en el castillo, venia cada ciertos meses y aquel tiempo que el se encontraba no deja salir a mi hermana de sus aposentos hasta que se marchace.

Mi madre nunca se ha quejado sobre lo que aquel hombre le hacía cada que podía. Mi hermana tampoco, ella lo describe como tocar el cielo infinito con aquel duque de su edad y que haberla elegido la hacía tan feliz. Y yo bueno, no era distinta a las demás.

Antes de ser la favorita de uno de ellos, piden tu consentimiento en lo que estás adentrándote. Nosotras no podemos romper el trato ni tampoco negarnos. Desde un inicio sabes que es lo que sucede al firmar ese papel, te conviertes únicamente de él hasta que contraiga matrimonio la realeza. Son términos demasiados Injustos si los ves de esa forma, pero a nosotras suelen darnos regalos que es lo mínimo que necesitas en un reino pobre y alcanza por lo menos para pagar las deudas. Pero había algo extraño con aquel linaje, algo que ninguna de las chicas podía negar de que aquellos hombres vaya que sabían cómo manejar esa cosa que tienen entre las piernas.

Toque la puerta. Ya era noche y el príncipe Hiccup había pedido algo de almorzar a estas horas de la noche. Pero ya sabía cuáles eran sus verdaderas intenciones así que no servi más que pan, leche de vaca y fruta en su platillo.

Grito desde el otro lado dando señal a qué pasará. Hiccup era unos cuatro años mayor que yo por lo que entendía. Tenía el cabello castaño cayendo por su rostro sin dejar de apartar su mirada del libro en manos que tenía. Metí la charola con comida y la coloque en una de las mesas vacías mientras servía su comida.

Pude sentir sus manos en mi cintura sin haberlo escuchado en que momento se había parado. Sus labios se deslizaron hacia mi nuca para depositar besos y mordidas sobre las que había dejado unos noches antes.

-Te extrañe mucho -susurro mientras manoseada mi cuerpo. El joven amo había estado estudiando todo este tiempo porque así su padre se lo había ordenado y no podía desvelarse estos días.

-Joven amo, tiene que descansar. Ha de estar agotado. -dije mientras echaba mi cuello hacia atrás.

-Para ti jamás estoy cansado -hablo entreteniendose por los listones de mi pecho que sostenían mi vestido mientras los aflojaba.

De un momento a otro, empujó mi espalda hacia la mesa Y alzo mi largo vestido y con sus manos bajo mi ropa interior para colocar sus dos manos en mis glúteos. Sus dedos se dirigieron a mi entrada y comenzó a introducirlos.

-Mira lo mojadita que estás, y eso que ni siquiera te he tocado tanto -acerco sus labios a mi oreja.

Me resistía a gemir. Pero sus dedos eran demasiados largos que me lo suplicaban a gritos, metió uno más y mi voz se hizo escuchar en la habitación.

-Muy bien pequeña, gime para mí. -ordeno moviéndose dentro de mi.

Mientras lo hacía escuchaba como forcejeaba su pantalón con su otra mano. Sé que no debía hacer esto, sabía que no debía tener un vínculo amoroso con el príncipe, pero siendo que él fue mi primera vez y el único al que le he pertenecido, no sabía si lo que sentía por él era amor o simplemente una atracción que toda mi familia ha sufrido por su linaje.

Saco sus dedos de mi. Pude sentir su enorme pene de treinta centímetros que se encontraba frotándose con mi trasero.

Todo el reino lo sabía. Sabía sobre lo que sucedía entre la realeza y mi familia. Pero los hombres no nos despreciaban. Mas bien, había un rumor que al casarte con una de las mujeres favoritas de las familias te brindaría riqueza y prosperidad a tu familia. Había varios hombres detrás de mi fuera del castillo, pero ¿alguno de ellos me haría sentir como Hiccup lo hace? También había un rumor acerca de al ser las favoritas, algo de ellos se quedaba dentro de nosotras y es por eso que las mujeres de mi familia eran más más hermosas del pueblo. Lo dudaba, no es como si fuera una clase de maldición.

-Pidemelo mi niña -susurro.

-Joven amo, por favor -lo mire de reojo-, quiero ser suya hoy.

Mis dedos y uñas se aferraron a la mesa en la que yacía acostada mientras intentaba aferrarme a este mundo y no derretirme en el del placer.

La mesa golpeaba la pared al ritmo en el que Hiccup estaba en mi. Sus manos rodearon mi cintura y me forcejeaba dentro de él a medida de que su cuerpo y el mío se volvieron uno mismo en movimiento, siendo que él entraba y salía de mi continuamente. Aquella satisfacción nadie me la podía dar, no importaría con cuántos hombres este, jamás podré olvidar a Hiccup.

Podía sentir como sus testículos chocaban con mi trasero. La primera vez este hombre fue lo más gentil aunque sus treinta centímetros dolió lo suficiente que entre en incapacidad. Pero ahora, todos los días era como si me hubiera vuelto adicta a su entre pierna. Ya no dolía cuando lo metía sin aviso, mis caderas se movían con su cuerpo pidiendo que me penetrara más profundo que pudiese, pedía que fuera más brusco, cada parte de mi pedía más de él.

Podía escuchar sus gruñidos en mi espalda mientras yo jadeaba. Me imaginaba una vida donde solo fuéramos nosotros, solo Hiccup y yo. Era claro que esa vida jamás llegaría, así que solo me quedaba disfrutar el momento.

Pude sentir como Hiccup termino dentro de mi al mismo tiempo que yo llegue a mi límite. Salió de mi y descanso su cuerpo sobre el mío mientras ambos jadeabamos.

-Te quiero -lo escuché susurrar.

Nunca supe si lo que dijo lo decía con el corazón o simplemente por el momento.

A los pocos meses Hiccup contrajo matrimonio y nuestro contrato termino.

¿Lemonlandia Mericcup?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora