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Roier sintió movimiento a su lado y gruñó por haberlo despertado a esas horas, negándose a salir de las cobijas por ningún motivo.

–Ya me voy, nos vemos el domingo. —anunció.

Asintió y se dejó vencer por el sueño. Pero cuando reaccionó sintió que un balde de agua fría lo recorría. Había olvidado que él debía irse temprano ese día y sólo pudo patalear para quitarse la cobija, enredándose sin querer y cayendo sin meter las manos.

Apenas se sobó el golpe, porque sólo pensó en salir a toda velocidad alcanzándolo cuando ya estaba por cerrar la puerta de la entrada. Él se detuvo en seco y empujó la puerta para abrirla en lo que llegaba a su lado. Soltó su mochila porque calculó cómo atraparlo en el aire.

Roier se aferró a su cuerpo como un gatito, rodeando su cadera con las piernas y aferrándose fuerte a su espalda en un cálido abrazo de despedida.

Etoiles sonrió en su mejilla y lo apretó, correspondiéndole.

–Vous me manquerez. —susurró en su oído.

Encontró ese momento para bajar de donde estaba y se quedó mirándolo desde abajo, lo recorrió con la mirada y se sorprendió por verlo en su uniforme. Sonrió a modo de despedida y le pidió que se cuidara, recibiendo una risa del contrario.

Se quedó en la puerta hasta que lo vio desaparecer y cerró, sintiendo el frío en su cuerpo por haber corrido sin abrigarse. Cerró la puerta y subió a su habitación, pero se distrajo mientras se daba cuenta que ahora la habitación de él estaría vacía toda la semana. Se escabulló dentro y se acercó a la ventana que apuntaba directamente al mar, le tapaban las casas pero se alcanzaba a ver ligeramente el barco donde zarparía.

Suspiró y caminó hacia la cama, haciéndose un espacio entre sus cobijas y aspirando feliz la fragancia que se impregnaba en ellas, relajándose hasta que perdió el conocimiento.

No despertó hasta después del medio día y se decidió a bajar por un plato de cereal. Estaba feliz de tener toda la casa para él, así que no se preocupó en bañarse o cambiarse la ropa, riendo por los malos chistes de las series viejas de televisión y encontrando nuevas películas por ver.

En algún momento se quedó pensando en todas las cosas que nunca pudo conocer porque no le daban la posibilidad. Su padre no era malo, pero usualmente lo mantenía ocupado en otras cosas. Colorear, armar rompecabezas incompletos o sólo ayudándole a romper hojas de papel que tenían recibos y nombres de algunos chicos.

A veces lo dejaba estar cuando hablaba de negocios, pero realmente nunca puso atención a lo que decían. Quizá si hubiese sido más listo pudo haber entendido que apenas cumpliera la mayoría de edad lo iba a utilizar como a uno más.

Parece que su fraternidad sólo existiría hasta los dieciocho años, pero agradecía que haya sido muy claro con lo que debía lograr hacer, explicándole que lo necesitaba para cubrir todo el dinero que había invertido en él por todos esos años.

Era curioso porque él no le pedía nada, ni tampoco había invertido en educación o algo más. Pero en su cerebro sonaba bastante coherente que le exigiera cubrir todas esas comidas que gastó o la cantidad de dulces y refrescos que consumió.

Si lo pensaba mejor era un poco injusto, porque su padre siempre estaba al pendiente de su alimentación y cuidado personal, lo que quería era tener a un niño guapo, de buen cuerpo y buenísima impresión. Y lo había conseguido, porque naturalmente tenía curvas donde debían estar y su vientre plano era muy atractivo para sus clientes.

Aún recuerda cuando sus hermanos lo obligaron a perforarse y eligió ahí porque no quería que nadie lo viera fácilmente. Argumento estúpido tomando en cuenta a lo que se dedicaba, pero al menos no tenía problema con ningún cliente, a muchos les gustaban y sólo debía cuidar que no lo lastimaran.

Ocean / Roier x EtoilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora