Roier estaba emocionado, Etoiles le había dicho que después de esta última semana volvería a casa para tomar sus merecidas vacaciones, de las que no había hecho uso en muchos años, porque no encontraba motivos para usar sus días.
Le dijo que apenas volviera iba a hacer todo lo posible por llevarlo a otros lugares más lejanos. Otras plazas, parques o restaurantes que los hicieran salir de la rutina, quizá dar la vuelta a la ciudad y dejarse llevar por todos los lugares a los que realmente nunca les vio algo de interés, pero que quizá le gustarían al castañito.
Roier estaba ansioso de eso, por eso se dedicó a arreglar todo su espacio, buscar nuevos oufits que combinaran bien para sus días de paseos y de nuevas ideas para maquillaje que pudiese replicar, porque sabía que a Etoiles le gustaba verlo tan llamativo como siempre, impulsándolo a ello.
El día en que llegó apenas y escuchó el pestillo de la puerta corrió para lanzarse a sus brazos y besarlo intensamente, recibiendo una sonrisa entre medio del beso que le hizo soltar una risita. Lo condujo al sillón y se hundió ahí, con Roier encima suyo besándole todo el rostro sin parar.
–Ni siquiera me dejaste lavarme las manos o algo. —replicó, haciendo una pausa entre sus labios.
–¿Y estás sucio? —sonrió, siguiendo en su papel.
–Claro que sí. —asintió, aferrándose a su espalda.
–Entonces vamos a bañarnos. —se separó, sólo para mirarlo con súplica.
Y él ni siquiera pensó en algo más, sólo se levantó empujándolo encima suyo para que se sostuviera de sus hombros y se acomodara para llevarlo escaleras arriba hasta su habitación.
Roier le ayudó a quitarse la camiseta con una sonrisa gigantesca en el rostro, y sin quitarse el pantalón o las botas se metieron juntos a la ducha, con él gritándole por abrir primero el agua fría y hacerlo sentir frío.
Cuando el agua entibieció ellos estaban más concentrados en darse besos descuidados e intentar quitarse la ropa.
Roier decidió bajar de donde estaba para desabrocharle los pantalones con urgencia, pidiéndole indirectamente lo que definitivamente llevaba tanto tiempo deseando. Etoiles sólo dejó que los bajara y se acomodó con una mano recargada en la pared para mirarlo bajar y arrodillarse, dispuesto a hacerlo sentir placer.
Resistió la urgencia de gemir cuando él lo abrazó con sus labios y dejó que la sensación embriagante lo consumiera lentamente, cediendo ante el placer. Repasó los dedos en su cabello húmedo para pedirle que siguiera, preso del momento tan estimulante.
Nadie iba a mentir. Si le dijeran que después de un día largo alguien lo iba a recibir con esa efusividad, buscando su placer para liberarlo de todas las tenciones, definitivamente estaría tremendamente agradecido por la oportunidad.
Y Roier era todo, menos un chico inocente que no sabía lo que hacía, porque tantas veces antes había querido provocarlo hasta que pidiera una y otra vez lo que ambos gritarían por hacer, pero eran lo suficientemente orgullosos como para dar el siguiente paso.
–¿Y si dejamos la ducha para más tarde? —jadeó Etoiles, como pudo.
–¿Sí? —sonrió. –¿Tú quieres?
–No te hagas el loco, vamos a la cama. Ahora. —exigió.
Roier se levantó de su lugar y cerró las llaves, jalando de él hacia la cama con total seguridad. Le arrancó las prendas que le quedaban y se quitó la ropa, sin perder el tiempo de besar sus labios con el hambre que quería demostrar.