Los días pasaron muy rápido, era domingo y en cuestión de horas Etoiles debía presentarse al puerto y esperar al abordaje, esta vez era algo más tranquilo, pero se preocupaba porque sería una prueba de fuego para Roier, y así saber qué tanto podría confiar en él mientras no estaba en casa.
Se iría una semana entera, pero usualmente pasaba muy rápido, tanto que lo odiaba porque amaba estar en el mar. Así que sólo esperó lo mejor mientras empacaba algunas de sus cosas y escuchaba los cánticos extravagantes de Roier que bailaba en la cocina mientras se preparaba un cereal con leche.
Suspiró porque debía conseguir más cereal y eso lo frustraba.
Roier se había convertido en un devorador de todo lo que tuviera azúcar en su composición y el cereal solía acabarse tan rápido que era necesario salir a la tienda por otra caja más. No tenía llenadera, era un aprovechado, pero no quería quejarse de eso, ya se lo cobraría después.
Bajó cuando estuvo listo, porque su ansiedad de tener todo en orden desde el principio era más fuerte que otra cosa, así que una vez asegurándose de que su mochila contaba con todo lo necesario para estar fuera una semana pudo relajarse un poco.
Escuchó el televisor y se acercó a Roier para acompañarlo un momento.
–¿Otra vez estás viendo Mujer Bonita? —criticó, mirándolo con hartazgo.
–Sí, me gusta mucho, ¿y? ¿Tienes algún problema? —respondió, ofendido.
No le respondió por el momento, sólo dedicándose a mirar el film que tanto le había hecho llorar, recordando ese hecho.
–No vas a llorar esta vez, ¿verdad? —bufó.
–No te interesa. No lo voy a hacer. —gruñó, metiéndose otra cucharada del azucarado cereal.
Los minutos pasaron y, sin saber cómo pasó, tenía a Roier pegado a su costado, hipando sin parar por el llanto amargo.
–Roier, por favor. —suplicó. –No tiene absolutamente nada de triste esta película.
Él no respondió, hundiéndose más mientras se limpiaba las lágrimas.
Y no tuvo corazón para insistirle que se calmara, suspirando con pesadez mientras lo dejó recomponerse hasta que la película acabó. Lo volteó a ver y ya estaba bien, sólo con la nariz roja y las mejillas tibias por el llanto.
–Apúrate a hacer lo que sea que hagas, iremos por cereal. —habló, terminantemente.
Lo vio asentir y se levantó con cuidado para volver a su habitación y cambiarse de ropa, puede que le encantara estar en pijama todo el día, pero ahora que conocía el exterior siempre se encargaba de arreglarse todo lo posible, incluso se delineaba los párpados, porque había hecho un puchero para que él le comprara uno de esos delineadores que tanto le gustaban.
Tardó al menos cuarenta minutos y cuando bajó pudo verlo totalmente arreglado e inmaculado, no entendía cómo podía cambiar tanto en cuestión de minutos, ahora parecía salvaje y feroz, como una estrella rock de los videos de televisión.
Sonrió levemente, sin permitirle verlo y se acercó a la puerta para abrirla y dejarlo pasar. Roier se deslizó fuera y sintió el aire fresco despeinarle el cabello, se estiró y su ombligo se descubrió disfrutando de la sensación del clima y luego avanzó para alcanzar a Etoiles que había avanzado algunos pasos. Él siempre iba extremadamente rápido a todos lados, mientras que Roier disfrutaba de los pasos que daba, porque nunca pudo hacerlo en el pasado.
Era curioso que el pasado apenas era una semana atrás, pero por algún motivo él lo hacía sentir como si fuesen muchos días o meses, estaba cómodo y se acostumbró muy rápido al cambio, siendo ahora sólo un niñito consentido que se paseaba por todos lados como si las calles le pertenecieran.