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La forma tan agresiva en que Roier cayó a la cama, le hizo sentir inseguro por creer que se había pasado de la raya, pero cuando lo vio sonreír y ofrecerle los brazos para jalarlo a su lado es cuando pudo sonreír y acercarse, haciéndose espacio entre sus piernas para besarlo con adoración.

Recuerda entre besos cómo es que entraron a la casa, casi destrozando la puerta mientras sus corazones acelerados les exigían ir más rápido hasta la habitación, subiendo a tropezones, cayendo en los últimos escalones mientras Roier le besaba el cuello y lo empujaba contra sus labios, incitándolo.

Ni siquiera supo en qué momento se quedaron sin prendas, y cuando menos lo pensó ya estaba con los labios apretando sus inervados pezones, amando la sensación fría del metal que los atravesaba y pareciendo un sucio desesperado por no poder dejar de besar, succionar y chupar, gimiendo cada que podía cuando lo escuchaba gemir a él.

–Oh, mon amour, tu belleza me consumirá algún día. —gimió, devolviendo sus besos a su pecho.

Roier ni siquiera estaba poniendo atención a sus palabras, pero lo acompañó con risas y gemidos sonoros.

Cuando se cansó de eso devolvió sus labios a los suyos, llevándose de él todo el autocontrol que intentaba mantener.

–P-por favor, te necesito. —jadeó, con desespero.

–¿Qué necesitas, mon ange? —le sonrió, con amor.

–¿Me harás suplicar? —se desesperó.

–No, mamour, sólo quiero saber qué deseas de mí. —le dejó un suave beso.

–Que sigas, lo que sea, por favor. —insistió, con un mohín.

–Vamos a trabajar en eso, te insistiré hasta que cedas. —sonrió.

Siguió un camino de besos desde sus labios hasta su cuello, donde no se detuvo mucho, porque no sentía mucho ahí, bajando hasta su pecho que lo esperaba otra vez, y luego empujando más abajo sus humedecidos labios, delineando su ombligo para pasarlo sin tocarlo, y luego se detuvo en el inicio de su intimidad, con una mano sujetando uno de sus suaves pezones y la otra alzando una de sus piernas.

–¿Estás bien? —sonrió, esperando.

–¡Ah! ¡Me vas a matar! —gritó, temblando de deseo. –¡Bésame, por favor, sólo bésame!

Sus suplicas se interrumpieron cuando él lo empujó, pasando ambas piernas sobre sus hombros mientras su instinto lo poseía, dedicándole sus ojos grises tan profundamente perdidos en el placer de sus gritos desesperados.

Y luego abrió los labios para lamerlo, desde la raíz, escuchando cómo su voz se apagaba y encendía, una y otra vez, completamente perdido en su lengua, en su aliento caliente y los sonidos que escapaban de su garganta mientras lo lamía tan lentamente.

Se desesperó después de largos minutos de excitación que lo harían acabar, indudablemente, sobre su rostro.

–A-amor, ya, por favor, voy a... —lo detuvo, con sus mejillas ardiendo.

Le dedicó una sonrisa dulce y luego abandonó su miembro para hacerse más espacio, bajando peligrosamente para lamer el punto intermedio entre sus testículos y su entrada palpitante.

Encontró ahí uno de los lugares que Roier disfrutaba tanto de ser estimulado, sonriendo cuando perdió el control y sus piernas se cerraron por instinto, apretando sus mejillas con sus muslos fuertes, y soltando un gemido por la sensación increíble.

Siguió empujando, ganándose terreno hasta que él cedió y levantó sus piernas para sujetarlas con sus brazos, mientras lo observaba, con temblores haciéndolo saltar más fuerte cada vez.

Ocean / Roier x EtoilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora