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–Es él, ¿verdad? —dudó. –Por tu rostro puedo creer que esto no es nada bueno.

Roier estaba en shock, ni siquiera las lagrimas querían brotar de entre sus ojos, su garganta se había resecado, sus ojos ardían ante la falta de parpadeos y sintió sus propios latidos en el oído, reemplazándose con el tinnitus propio de cuando sentía la presión baja.

Karl se encargó de observarlo, sin atreverse a moverse, con la impotencia de no entender de qué manera podía ayudarlo ante ese golpe de realidad. Espectó cómo sus ojos pasaban por todas las emociones posibles y luego simplemente se quedó quieto, sin expresión.

–Roier...

–Yo... Él... —intentó. –Yo estuve entre sus brazos, cada noche. Y dormía entre ellos, aferrándome a él porque... porque él ha sido el único lugar donde he sido feliz.

–Roier. —repitió, suavizando la voz, mientras le tomaba las manos.

–Y mientras yo lloraba porque él estaba lejos... —siguió. –Él reía con alguien más. Amando a alguien más, prometiéndole todo a alguien más y ahora... Tendrá un bebé.

Karl se apretó a él con pena, dejando que se acomodara entre su pecho mientras lo sentía sollozar, sintiéndose tan mal por no ser lo suficientemente bueno para encontrar palabras de consuelo.

Roier era alguien a quien quería mucho, lo veía como un hermano menor al que quería tanto, pero verlo en este estado sólo le apenaba el corazón, veía en él la decepción honda de un corazón roto irreparable.

–¿Qué voy a hacer, Karl? —lo miró, perdido. –Estoy rodeado de agua, y aun así muero de sed. Podría verme bien, pero muero de amor.

–¿Q-quieres quedarte aquí por el momento? —suavizó la voz. –No quiero que hagas una tontería allá afuera, ¿puedes quedarte?

–Yo sólo... quería amarlo, y lo hice. Y él... él sólo permanecía indiferente.

Karl se encargó de alentarlo con caricias suaves en su espalda, escuchándolo sacar todo lo que tenía en el corazón.

–Nunca me contaba nada de sus viajes, empezó a ausentarse más días cada vez, y luego todo lo compensaba con regalos y palabras bonitas. —siguió. –No, ni siquiera eso. Él no era de muchas palabras, no me decía muchas cosas y sólo me escuchaba.

Se alejó de Karl, abrazándose de sus rodillas para mirar la tele sin emoción.

–Debí prestar atención, debí entender que no era algo de su personalidad ser tan callado. Que algo detrás de su mirada estaba mal, que algo no iba bien o que esas ausencias significaban algo diferente.

Después de su introspección se hundió en sus pensamientos largo rato, despertando de su ensoñación cuando Karl le acercó un tazón de macarrones con queso y le dedicó una sonrisa dulce.

Roier sólo asintió y lo sujetó, perdiéndose entre las formas con la mente totalmente en blanco.

–Hey, ha pasado casi una hora desde que te lo di, debes de comer. —le habló con suavidad.

Sólo suspiró cansado y decidió obedecer, al final no le servía de nada malpasarse por el dolor, mucho menos hundirse en la depresión de conocer la verdadera cara del hombre al que amaba, porque por más vergonzoso que fuera seguía sintiendo por él lo que jamás pensó, y que posiblemente no se iría tan rápidamente.

Karl le ofreció su cama para dormir, y él iría a la habitación de invitados para que pasaran la noche, estaba buscando formas de hacerlo sentir feliz, o al menos, lograr que su rostro dejara de verse tan triste.

Ocean / Roier x EtoilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora