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Roier revoloteaba a su alrededor con emoción desbordante.

Después del desayuno y las vueltas en todas las tiendas de su interés, lo había convencido de ir a la playa, aunque no era de su gusto, y sólo estaban caminando sobre la arena mientras escuchaba a Roier charlar animado sobre su nueva ropa.

–No puedo creer que tengan ropa tan bonita ahí, me gusta mucho. —sonrió, dando vueltas con las bolsas de papel apretadas entre sus manos.

–Te vas a caer. —regañó, con diversión.

–Pero ¿sabes qué? —siguió. –¿Tú crees que sea muy revelador ese short? No sé, que la gente me vea mal.

–¿A qué te refieres? —frunció el ceño.

–A ese que me compraste, que se amarra de los lados y se me ve todo desde la piernas hasta la cadera. —explicó.

Etoiles ni siquiera había recordado lo que le había comprado, porque sólo lo vio desaparecer en el vestidor y volver parloteando sobre todo lo que le gustaba, pasando sin ver la tarjeta de crédito mientras él hablaba sin parar, así que no supo lo que debía contestar a eso.

–Yo creo que a ti nunca te ha importado eso, ¿por qué lo haría ahora?

–No sé, quizá fue tonto comprarlo. —murmuró.

–¿Por qué? —insistió. –Igual lo compré yo, eh.

Roier se carcajeó lo suficiente, doblándose por el dolor de estómago que lo recorría, y luego simplemente se quedó parado, jadeando para recuperarse mientras veía el mar a lo lejos.

–¿Aún no lo perdonas? —escuchó su voz cerca.

–¿Al mar? —se extrañó. –No es que no lo perdone, es que me sigue dando mucho miedo, no me imagino en ninguna circunstancia entrando por completo, creo que moriría de miedo si lo intento.

–¿Te da miedo mojarte? —se burló. –Entiendo por qué no te gusta mucho bañarte.

Roier lo miró con la boca abierta y lo empujó con las palmas para alejarlo de él, logrando que soltara una risa suave en su dirección.

–Yo sí me baño, ¿sí? —jadeó en desacuerdo. –Tú siempre sabes cuando me baño.

–No cuando no estoy en casa. —obvió.

–Ay, pero sí lo hago. —frunció el ceño.

Etoiles sonrió, mirando al agua que se movía por causa del oleaje bajo, seguramente fría como siempre, pensando en lanzarlo al agua para que le perdiera el miedo, tal y como le hicieron a él de pequeño.

–¡Hey! —lo volvió a empujar. –¿En qué piensas? No me gusta cuando estás sospechosamente quieto.

–Quiero mojarte. —lo miró, con un brillo en las pupilas.

–¿En qué sentido? —jugueteó Roier, callándose de inmediato por su falta de respeto y atrevimiento. –Digo, no. Olvida eso, sólo olvídalo.

Tenía los párpados apretados, pero cuando los abrió se encontró con él, mirándolo desde arriba con su altura sacándole ventaja. Pasó saliva antes de escucharlo hablar.

–En todos.

La rapidez con la que se sonrojó fue impresionante, sentía el corazón en la garganta mientras él sólo se divertía con su reacción y lo inspeccionaba, satisfecho con su trabajo. Quiso vengarse de alguna manera y se acercó dispuesto a sujetarlo y robarle un beso, pero un estruendo lo asustó y terminó apretándose en su pecho para protegerse.

Ocean / Roier x EtoilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora