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La tormenta azotó con fuerza, haciendo que el ruido del aire traspasara todas las paredes y que Roier se aferrara a su peluche toda la noche, temblando mientras creía que todo se iba a venir abajo.

Etoiles tenía razón con que una enorme tormenta había destruido muchas cosas, porque estaba seguro de que si se asomaba por la ventana vería una serie de escombros que el viento hubiese arrastrado por varios metros.

Estaba llorando, aferrándose a lo primero que tuviera al alcance mientras se estremecía por los truenos y relámpagos que observaba desde la ventana, atravesando la espesa cortina.

Pensó en él, y en que quizá todo estaría difícil, que posiblemente los hayan obligado a permanecer en tierra para refugiarse y ayudar en los momentos donde la tormenta no estuviese causando más dificultades.

Se lo imaginó allí, con sus uniformes, y el ceño fruncido que siempre tenía, moviéndose, dando ordenes o indicaciones, llevando a gente a sus hogares, o devolviendo a tierra los barcos perdidos.

Hace tiempo le había contado que en su deber estaba brindar apoyo en desastres naturales, así que solían ser actividades habituales cuando el clima lo ameritaba, y entendía que no era la primera vez que ocurría, porque tenía algunos reconocimientos guardados en carpetas de documentos.

Se abrazó a sí mismo y lloró toda la noche hasta que la tormenta cedió y el silencio se hizo presente, obligándose a dormir lo que pudo hasta el amanecer.

No se cambió, decidió permanecer en pijama mientras escuchaba la lluvia golpear la ventana, era fuerte, pero no tanto como la que había caído en la madrugada, así que se decidió a abrirla para observar el panorama.

No se había equivocado. En las solitarias calles se veía el desastre, hojas de árbol, ramas y basura acumulada, también lodo y suciedad en general. Parecía que todo estaba desierto, como si estuviera totalmente solo en el mundo mientras afuera la lluvia seguía ganando terreno.

Se preguntó qué hubiera pasado si él no se hubiese ido, quizá tendrían que haber cancelado también sus planes de salir, porque las condiciones no eran idóneas por ningún lugar al que veías. Quizá debían conformarse con acurrucarse en el sillón y ver películas, comer lo de la despensa y nada más.

Ahora que lo extrañaba tanto definitivamente prefería perderse de esas vacaciones, estando con él. Al menos así dormiría más calientito por las noches, traería las cobijas de su propia cama y las encimaría para que ambos estuvieran cómodos. Aunque era curioso, porque Etoiles era naturalmente caliente y siempre terminaba haciéndolo sudar si se pegaba mucho a su cuerpo.

Ahora hasta esos detalles le hacían falta, todas esas pequeñas cositas que a veces le desagradaban un poco estaban haciéndole tanta falta, aunque no hubiese pasado ni un día de estar separados.

El clima no mejoró, cada hora parecía empeorar, teniendo que subir el volumen del televisor para escuchar la música de sus canales favoritos. Buscando constantemente alguna película animada que lo ayudara a estar más relajado, sin pensar mucho en extrañarlo, aunque siempre terminaba pensando en él, de una u otra forma.

El primer día pasó, y se convenció de poder sobrevivir la noche sin tener qué morir en el intento, pues la tormenta era constante y no quería agotar sus energías mientras lloraba desconsolado como un niño pequeño.

Se hizo un fuerte con las cobijas y todas las almohadas, así que se convenció de poder seguir adelante y encontrar la calma entre el calor que le causaban las cobijas, imaginándoselo a él, sintiendo que era él quien lo abrazaba y lo contenía.

Terminando el segundo día su corazón ya estaba inquieto, él le había dicho que volvería en dos días, pero por algún extraño motivo esa sensación de inquietud le recorría el pecho, odiándose por ser tan susceptible a asustarse.

Ocean / Roier x EtoilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora