Capítulo 20

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Realmente no supo que ella estaba ahí hasta que la música se detuvo. Miró hacia el estéreo frunciendo el ceño cuando la canción "Another brick in the wall"¹ se detuvo.

Ireshi estaba de pie en el marco de la puerta con sus manos en las caderas mirándolo con el ceño fruncido. De cualquier manera, ¿qué lo había poseído para darle a ella las llaves de su casa?

-¿Cuánto tiempo llevas aquí?- preguntó su hermana.

Fluke se giró dándole la espalda a su caballete y a la pintura.

-¿En esta casa? Cerca de dos años.

-¡Imbécil! Sabes a lo que me refiero. He estado intentando llamarte todo el fin de semana.

Fluke se encogió de hombros. ¿Ella ya había regresado?

-¿Cómo te fue en tu luna de miel?

-Genial. ¿Por qué no contestas el teléfono?

-Está desconectado.

-¿Por qué?

De nuevo se encogió de hombros.

-No quiero hablar con nadie.

Ella entró a la habitación y dejó su bolso en el suelo.

-Dulce corazón, te despidieron.

-¿Cómo te enteraste?

-May me lo dijo.

<<Genial.>>

La mejor amiga de Ireshi, que no tenía conexión con su antiguo trabajo. Lo que significaba que todo el mundo lo sabía. Al menos todo el mundo en el mundo de Fluke. Y algo más.

-¿Por qué no me llamaste?

-Estabas fuera de la ciudad.

-Regresé ayer.

Fluke se encogió de hombros, no tenía sentido decirle que él había perdido la noción del tiempo. Ella sólo se preocuparía.

-No podías hacer nada.

-Podría escucharte. Podríamos hablar.

-No había nada de qué hablar.

-¿Hablaste con mamá y con papá?

-Dios, no.

Ella frunció el ceño.

-¿Estás bien?

-¿Cómo se supone que debo estar?

Ireshi cruzó la habitación  y llegó hasta él. Se quedó en silencio un momento, sin duda, estudiando su obra.

-¿Lo has llamado?

Fluke miró a Judo, quien aparecía en su más reciente pintura. El hombre estaba extendido sobre unas sábanas marfil, una esquina cubría su ingle por modestia, pero estaba gloriosamente desnudo. Él estaba ajustando el color del pelo, simplemente, todavía no era correcto.

-No.

-¿Por qué no?

-No tengo nada que decirle.

Ella se hizo a un lado, viendo su perfil.

-Fluke, háblame. ¿Qué estás haciendo?

-Pintando.

Ella cogió su codo.

-Maldición. Me asustas, ¿por qué estás tan calmado?

Se rascó el brazo.

-¿Por qué no debería estarlo?

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