Capítulo 05

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Yuulkā no podía creer lo que había ocurrido. Su espada había hecho arder al monstruo, pero no sabía cómo. En ese momento pensó en la hoja de grimorio que había recibido de su padre.

Este le había dicho que hasta una persona sin magia podría aprenderla con uno de estos encantados libros. Parecía estar muy alegre con esto y..., sentía una gran impresión y seguridad en sí mismo. Ahora si creía que podría vencer a su padre en medio año.

Los tres chicos continuaron su camino por el árido desierto. Aún morían de hambre pero, según tenían entendido, el desierto era lo bastante pequeño como para recorrerlo en tan solo un día, y que un poco más allá había un pueblo.

La cuestión que más les preocupaba era la comida. Si no comían pronto se debilitarían y no podrían defenderse ante ningún enemigo.

El camino arenoso se hacía más y más extenso y no podían parar de pensar en llegar al pueblo aquel.

Ya con tanto hastío, Yuulkā decidió romper el silencio.

—Baud, hay algo que me causa mucha intriga sobre ti. ¿Te molesta si te pregunto?

—Por supuesto que no, señor.

—Dime... ¿Qué es esa sombra que le agregas a la espada con la que puedes matar espectros?

—¡Oh, yo creo saber! — resaltó Foorïs altivo — Tú eres un usuario de artes oscuras.

El niño les miró con un poco de recelo y rubor. Sabía que no eran malas personas, pero no estaba tan seguro de si confiar en ellos.

—Este... Yo... Sí, efectivamente, señor. Yo soy un usuario de artes oscuras. He domado varios espectros y puedo usar su energía.

—Vaya. Eso suena genial. —Yuulkā sonrió con un poco de sorpresa.

Luego de varias horas, con la caída del sol, se podía ver que estaba cambiando el ambiente. Empezaba a haber poco a poco mayor vegetación hasta que llegaron a una gran pradera con un enorme pastizal. Al subir la colina, pudieron contemplar el maravilloso lugar que les regalaría la dicha de seguir viviendo.

Era un poblado, lo bastante grande como para perderse entre sus calles. Personas lo deambulaban de una esquina a la otra.

Bajo la advertencia de Baud, el ave volvió a su estado habitual, sea como sea, una persona con alas y cabellos de cielo nocturno ocasionaría un pedazo de revuelo. Entonces, a parte de volver a ser un pájaro, oscureció su plumaje, simulando un ser común y corriente.

Apresurados antes de la partida del sol se acercaron pues y, vislumbraron a lo lejos una enorme estructura con una escritura a lo lejos de "Posada".
Caminaron entonces hasta allí. Una señora anciana los recibió con una sonrisa amable en su arrugado rostro. Yuulkā dejó ir un suspiro y depositó su equipaje en el suelo entablado de dicha mansión.

—Buenas noches... — dijo con seguridad el más grande de los chicos, pero al final se retrajo un poco al sentir una cierta incomodidad.

—Buenas noches, jovencitos — saludó mientras arreglaba su vestido de flores rosadas —. Esta es la posada Krynhest. ¿En qué puedo ayudarles?

—Buscamos un lugar donde hacer estancia, madame — extasió con su fino comportamiento y hábitos de noble —. ¿Sería tan amable de alquilarnos una habitación?

—Por supuesto que sí, joven educado. Adelante, pasen.

La señora del Casón los invitó a entrar y ellos la siguieron. Los guió hasta una enorme recámara la cual contaba con dos grandes camas bien forradas, una mesa de noche y varios candelabros de bronce.

Sombras de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora