Capítulo 15

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La comunión real.
Y en medio de la conmoción y el terror de la destrucción, se ha montado un enorme revuelo en la sala del trono. El rey de Aqra no aguantaba más la frustración; el consejo de administración, formado por los cuatro ministros superiores no paraban de discutir.

El hombre de cabello gris lanzó con fuerza su corona de plata contra el suelo y relampagueó a los ministros haciendo uso del azul marino en sus iris que destruía al mar.

—¡No me jodan más! — exclamó iracundo su majestad  — Están alterando más de lo que deben.

—Pero, alteza...  —los ministros se asustan en cuanto ven al rey actuar de tal manera; el que habló en protesta fue Haygard, el ministro de guerra —. La situación es pésima. A este paso perderemos toda nuestra gente.

El rey lo sabía. Conocía bastante bien que perder cinco de las poblados enteros del reino era algo impensable. Si un enemigo tenía el poder de lograr algo así tan fácil, entonces puede que la batalla estuviera perdida antes de empezar.

Una sierva levantó la corona y se la entregó a su majestad.

—Rupert — llamó el rey al ministro general —. A partir de ahora el reino entra en estado de alerta. La guerra contra el ejército del rey hereje es inminente.

—Entendido, su alteza — asintió con firmeza el hombre de rubias cabelleras.

—Kiphen, todos nuestros recursos están a ti disposición. Así que ya puedes ir buscando lo que necesitemos para la guerra — luego de mirar al hombre castaño, dedicó su vista a Haygard el moreno —. Quiero que el ministro de guerra y tú se unan para esto.

—Todo correcto — musitó el de comercio, Kiphen.

—Entendido, majestad — secundó Haygard.

—Si todo está bien, quiero que se pongan manos a la obra — resaltó tan firme que la sala del trono podría haber temblado —. ¡Y no quiero que sigan infundidos en terror! Esta guerra la vamos a ganar nosotros. Aqra jamás a perdido una antes, y no vamos a empezar ahora.

Con el último veredicto del rey, los ministros asintieron y dejaron la sala. La situación no podía ser peor. A parte de lo poco de se conocía sobre el rey sombrío y su gente, tampoco estaba clara la ubicación de su reino. Se sabía que cerca de las montañas rocosas de Gyurden era que reposaban los dominios del enemigo.

Pero sin seguridad, no podrían realizar un movimiento preventivo.

A todo esto, su majestad Jo'Beek II tenía que planificar exactamente la estrategia de combate. Con la poca información bajo su posesión, lo único que podrían hacer era aumentar las defensas del reino y buscar medidas para evitar las pérdidas.

***

Jo'Beek salió del trono, algo molesto. En los pasillos cercanos a su habitación se encontró un mozo bien vestido, de morena piel y portando una espada a la cintura. Con seguridad era uno de los guardias de la corona.

—¿Está angustiado por algo, majestad? — inquirió el joven, resaltando su sonrisa con un especial brillo celeste en su mirada y haciendo una reverencia.

—No te preocupes, Hairō. Solamente digamos que ser un rey no es nada tan fácil — suspiró agotado, dando un paso más hasta la puerta de su recámara.

—Si desea puedo ayudarle... — sugirió el muchacho con una sonrisa maliciosa.

—Ja...

La voz del rey fue interrumpido por una presencia. Una esbelta figura y fina elegancia fue la que irrumpió en la sala.

Sombras de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora