Capítulo 07

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Cuando a penas empieza a caer la noche en el poblado de Porce, las luces de la calle se encienden dándole vívidos colores gracias al fuego de las mismas. La ciudad se anima y la gente festeja el final de otro día.

La paz era relativa en las provincias de Aqra porque, aunque la guerra con los caídos del rey demoníaco había terminado hace muchos años, desde no hacía más de dos, unas nuevas fuerzas del mal se habían levantado.

El nuevo rey maligno que dominaba desde las sombras lo conocían como "El chamán" y su ejército había crecido muchísimo. Sus lacayos hechos llamar como herejes solían causar estragos en los pueblos pero siempre eran puestos a raya.

Aún así, el temor de todos era que el rey hereje invadiera con todas sus fuerzas. Eso constituiría el fin.

Una enaltecida mujer veía desde las alturas en un extremo de Porce montada en su gigantesco tigre negro de metro y medio de alto. El siniestro viento hacía volar su cabello rojizo oscuro mientras contemplaba maliciosa el pueblo con sus negrinos ojos verdes.

—Ya estamos listos, ama Yaklym — le dijo uno de los grandes mozos que la acompañaban.

—Pues entonces empezaré — afirmó y con una mano les dio la orden de atacar.

El vestido malva que poseía hacia resaltar la figura de la mujer, en su espalda llevaba un par de enormes espadas cuya hoja formaba un arco. Media máscara cubría la mitad inferior de su rostro, en tanto pinturas negras oscurecían su cara perfecta.

En el poco tiempo que Yaklym tenía de ser la decimotercera comandante del ejército de los herejes, se hubo hecho muy famosa entre la gente. Era temida tanto por su destreza con las armas así por la herejía que podía conjurar.

Entonces comenzó a darle vueltas a la ciudad montada en su tigre de ojos carmesíes mientras con su arco encantado iba arrojando flechas negro anaranjadas a las casas y estructuras. Continuó haciendo esto por un buen rato dando tiempo a que sus subordinados hicieran su trabajo.
Los cientos de soldados herejes irrumpieron en la ciudad y dieron inicio a la matanza. Los herejes eran criaturas de la oscuridad creadas gracias a la magia demoníaca de una gran bruja; la misma usó a personas inocentes de una tribu para crearlos y ahora eran plenos sirvientes del rey de las sombras.

No creían en niños ni mujeres o ancianos. Todo ser viviente en aquellas tierras debía morir por sus viles manos. De dicha forma los hijos de la bruja fueron matando a cada cosa que respiraba.

Los gritos de las personas siendo asesinadas saturaban las calles de Porce. Las energías negativas que desprendían al morir crearían espectros que dañarían a la humanidad. El caos estaba emergiendo y este era sólo el principio.

Yaklym seguía lanzando esas saetas que parecían no hacer nada. Cuando consideró que ya había hecho lo suficiente se detuvo en un lugar, observando la muerte que sus lacayos repartían.

Seguido, apuntó al cielo con su arco y con la otra mano hizo aparecer una flecha que liberaba un cierto humo rojizo. Después lanzó a las nubes quienes devoraron la saeta...

Nubarrones de azabache color con alguna que otra iluminación naranja se posaron en las arribas de Porce. Entre más flechas arrojaba la hereje más grandes se volvían las nubes. Algunas partes de la ciudad ya habrían perecido entre sangre y fuego. El fétido olor a quemado y azufre, la peste de los muertos llegaba hasta cada esquina del pueblo.

La anciana dueña de la posada dejó ir un suspiro de pesar, miró a su gato y luego le dedicó una vista a la chica que vivía junto con ella en la casona.
La señora acarició el rostro de la muchacha para luego hablarle.

Sombras de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora