Capítulo 28

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Hydris.
Estoy paralizada. Completamente inmóvil ante lo que mis ojos contemplan con tanto pesar. Lágrimas salen sin consumirse de mí, él enemigo no me observa y...

Mi amo acaba de ser atravesado por la sangrienta Hirabi del chico de ojos azules cuyo espíritu me ha llamado desde que nos vimos.

El momento de mi muerte no está muy lejos. Como parte ninfa, puedo sentir que mi alma empieza a ser reclamada por el inframundo. ¿Dicen los humanos que antes de la muerte los recuerdos de tu vida pasan en frente tuyo no?

Justo puedo ver el sufrimiento infernal que Baud está pasando por esa forzada transformación y... Unas imágenes aparecen frente a mí como si...

En mis brazos, un bebé de ojos azules como el océano cristalino me mira con la curiosidad de una nueva vida. Entonces mi corazón se contrae tristemente. Luego el pequeño es arrebatado de mis manos.

Me veo caminando por días en un sendero lúgubre y aterrador. El miedo me consume, pero más que el miedo lo hace la nostalgia de ese pequeño niño que salió de mí.

Entonces me encuentro en un lago muy grande y oscuro, frente a mí estoy yo misma. ¿No suena desconcordante? En efecto, no es muy realista esta situación, pero la chica que tuvo el bebé y que llegó hasta aquí no soy yo, o al menos no completamente.

La Hydris actual está formada por dos personas. La condesa Ría de Rochenfourd y Hydris, una ninfa oscura del lago. Este recuerdo es uno de Ría antes de fusionarse conmigo.

En aquel entonces yo era una demonio maliciosa y embustera. Ría de Rochenfourd llegó perseverante hasta mí con tal de que yo eliminara la maldición que dejé sobre ella y su familia.

Entonces, aunque ella no era una guerrera, tomó la espada valientemente para luchar contra mí. Lo dio todo, peleó mejor que muchos luchadores que antes habían ido a por mí. Pero al final fue derrotada. La verdad es que su fuerza nació del amor, amor que nutrió una bendición que obtuvo de los dioses.

Gracias a este poder, caí exhausta tras el combate con Ría. Para recuperarme, devoré su cuerpo, alma y esencia. A partir de ahí, dejé de ser la misma. Hydris y Ría se volvieron una sola.

Cuando vi por primera vez a Baud, ignoré la sensación que me provocó, ya que después de todo la esencia de Hydris era mayor que la de Ría. Sin embargo, tras el paso del tiempo con él descubrí un sentimiento inusual en mi corazón. Es el instinto maternal de Ría, la madre auténtica de Baud.

Si bien no soy su madre real, parte de mi alma sí lo es; ello hace triste mi corazón al ver lo que esa mujer hizo con el chico me llena de ira absolutamente. Sufro por el dolor de Baud, de ese amable pequeño que oculta su melancolía tras una máscara de hielo. Padezco por todo el pesar que ha llevado su vida y la madurez que ha debido ocupar sobre sus hombros.

Me arrepiento de la maldición, pero eso es porque ahora Ría está en mi interior. Ya serías un gran hombre de la nobleza, Baud. Pero por mi causa, aún con veintisiete años la maldición te ha mantenido lo bastante joven como para que parezcas de doce.

Sólo te diré que, aunque no estoy segura de si es una ilusión o no lo primero que sentí por ti; luego del tiempo que hemos llevado juntos me he dado cuenta que te amo realmente. Y quiero que vivas, que alcances todo lo que desees.

Por eso, ahora me arrojo contra los espíritus malignos que han herido mis pies y se interponen a ti. Uso mis poderes y vuelo hasta llegar a tu cuerpo hecho demonio y fuera de conciencia. No permitiré que mates a tus amigos por culpa de esta bruja malvada.

Te abrazaré con fuerza, lo estoy haciendo y lo haré por el resto de mi existencia después de la muerte. No me importa que tú espada haya sido una estaca en mi cuerpo. Usaré todo mi poder de ninfa y demoníaco para sellar el ente oscuro en que te han convertido. Esta magia será mi último recurso, mi último y quizá único regalo que podré darte.

Sombras de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora