Capítulo 14

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No sé por qué razón había un hombre encadenado y sin camisa, pero allí estaba. Se hallaba ligeramente ensangrentado, sus ropas restantes estaban gastadas, puede que por el maltrato de su dueño. Y mariposas, muchas mariposas de cristal rosado, las cuales emanaban un hermoso brillo revoloteando estarían a su alrededor o posándose en el cuerpo del hombre.

Si tuviera que describirlo, diría que está entre los cuarenta y cincuenta años. Su largo cabello cae por ambos lados de su cara, muy despeinado y con varios mechones blancos nadando en su mar negro. Por lo que restaba en su rostro podías decir que en sus buenos tiempos fue un joven atractivo, el verdor de su mirada aún estaba vivo y... Estando allí, jadeaba de dolor.

Algo curioso de resaltar es que, en las partes de su piel desnuda, cada ciertos tramos habían marcas oscuras en forma de lepidóptero*.

En frente del hombre, la señorita le veía con sus finas telas vestida, además su largo pelo recogido en una elegante trenza con adornos de amatista cuya forma era la misma que la de las marcas del sujeto. Mariposas.

Ella le miraba con mucho desprecio en sus ojos, como si el lila de sus iris se prendiera en llamas. Por parte de éste, una profunda decepción giraba en dicho rostro.

—¿Sigues sin cooperar? — la pregunta falta de emociones vino de la chica.

Un silencio abrumador fue la respuesta del señor. Ella empezó a desesperar.

—¿Por qué lo hiciste, muchacha? — salió quebrada su voz, pero aún notaba la vida delante de sí —Recuerdo que el día de ayer eras una simple niña. Hasta andabas jugando con el hijo de mi amigo. ¿Qué fue lo que te pasó?

—No me ha pasado nada — musitó a unos centímetros del enfado —. No entiendo la necesidad de tenerte aquí, sabes. Si te niegas a cooperar entonces no me sirves. Eso la reina no lo comprende.

—Tú...

—Mejor cállese, Athor — y ahora sí que la señorita noble había perdido los estribos —. Tampoco quiero estar aquí, odio esperar y no sé porqué la reina está interesada en ese tonto muchacho.

—¿Qué es lo que quieren con él? — preguntó con dolor en su alma rota — ¿Para qué me quieren aquí?

—Usted está aquí para convencerlo a él de que se junte a nuestras filas. Nada más que eso. Le proponemos todo lo que desee. Pero usted se resiste.

—Dime algo, Eerin. ¿Cuando fue la última vez que sentiste amor? — el señor la miró a los ojos y ella se carcajeó.

—Sí que eres tonto — lo miró con burla —. Escucha, viejo. La única razón por la cual no he usado mi poder para someter tu voluntad fue porque me ordenaron que no lo hiciera. Me dijeron que sería mejor si lograbas conectar con ese zopenco. Además, no planeaba usar el método radical, porque jamás me acostaría con un viejo como tú.

—La vida de un aventurero se basa en la búsqueda de  fama y fortuna. Es todo lo que deseamos pero...

—¡Entonces no sea un bruto y acepte lo que le proponemos! — reclamó hastiada.

—No. Cuando un aventurero se corrompe y hace cosas malas, el reino pone una recompensa por su cabeza — confesó sereno.

—¡No sea estúpido! El rey al que sirvo te protegerá. No entiendo tanta terquedad — resopló molesta sacando unos cabellos que habían caído en su cara.

—No puedo unirme a aquellos que destruyeron mi pueblo, la gente que amo... — rodó sus ojos por el suelo, en busca de, quién sabe qué —. Y ahora están detrás de el único de mis seres queridos que me queda — negó con la cabeza —. No puedo.

Sombras de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora