Capítulo 06

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—Buenos días — saludó Baud al ver que el castaño había despertado.

—Oh, ah... Buenos días — respondió algo adormilado aún —. ¿Dormiste bien?

—¡Claro que lo hice, mono salvaje! — se metió Foorïs en las líneas.

—No hablaba contigo, pajarraco — jadeó molesto ignorando al ave.

El chico pelinegro sonrió al ver la graciosa actitud de aquellos dos que se la pasaban peleando. Por unos segundos Yuulkā lo vio, el mágico brillo azul de los ojos de Baud quién sonreía inocente, cosa que, desde el tiempo que llevaban de viaje no lo había visto.

Entonces el castaño le regaló una sonrisa mientras apartaba a Foorïs quien le estaba cayendo a picotazos.

—Este... Tengo que dar una vuelta por el pueblo. ¿Te parece si me acompañas..., Yuulkā? — preguntó algo ruborizado.

—¡Oh, claro! —saltó de emoción — Será divertido.

Luego del aseo y el desayuno salieron de la posada a paso ligero. Cuando habían llegado el día anterior, debido a las penumbras del anochecer no se fijaron muy bien en las maravillas del lugar. Habían muchas viviendas hechas de fuertes ladrillos que les permitían montarse una sobre otra para formar estructuras que se elevaban varios metros sobre la tierra.

Las calles estaban llenas de personas a pesar de lo temprano y ya la mayoría de los puestos de venta se habrían hecho visibles.

Sorprendente el nivel comercial de este pueblo. Podías comprar lo que quisieras, desde armamentos hasta comida y otros objetos raros.

En el camino, iban los dos muchachos de lado y Baud llevaba al Estelato entre sus brazos. Cuando el chico de ojos café rojizos se fijó en cierto puesto se quedó paralizado.

Simplemente contemplaba uno de los artículos de allí. Una espada bastante más grande que la que tenía. La deseó pero... Baff, menuda decepción cuando escuchó el precio. ¡Eso no lo podría comprar ni en mil años!

Bueno, siguieron su paso hasta que de un momento a otro salieron de los alrededores del lugar. Ahora se hallaban en las afueras del poblado pero no muy lejos en sí del mismo.

En todo su trayecto Yuulkā pudo notar un cierto nivel de actividad extraña de parte del ojiazul pero... No sabía por qué.

—Dime algo, Baud — le miró entrecerrando los ojos —. ¿Con qué motivo querías dar este paseo?

Desde que lo conoció había notado algo descomunal en el chico pero no le dio importancia. Más que eso estaban los secretos, aquellas cosas de las que había hablado pero saltándose algunos detalles. Detalles que él se moría por averiguar.

—Yo... — dudó si responder, sólo que recordó que ya les había contado algunos de sus labores así que — Sólo quería inspeccionar el lugar. Quiero saber dónde están los espectros para cazarlos.

—Ahh... — entró en cuenta y soltó el aire relajado —Así que era eso. ¿Tenías que formar tanta intriga? — rió.

—Es que no quería molestar...

—En fin... — desenvainó su espada corta y se colocó unos metros en frente del pelinegro — Entrenemos. Ya que tú eres muy fuerte me ayudarás, después de todo, este viaje es para descubrir el mundo y hacerme fuerte — habló alto y con emoción.

—¿Estás seguro? — inquirió dubitativo.

—Claro que sí, hombre. Ahora suelta el pajarraco pulgoso que tienes en tus manos y tírate contra mí.

—¡Oye a quién...

La voz de Foorïs se cortó al ver que estaba cayendo. Baud ya lo había soltado y en menos de un parpadeo ya su espada habría impactado contra la del moreno.

Sombras de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora