Capítulo 20

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Thomas.
Ya he tomado un baño y he cenado. Sigo agotado por mi entrenamiento, aún así, no me puedo rendir todavía. Por ello, aunque no esté practicando magia, al menos medito e intento sentir el poder mágico en mi interior y exterior; el primer paso para usar magia es percibir la energía mágica, así que si quiero un mayor control de la misma, necesito poder sentirla a la perfección.

Requiero de una gran concentración, pero sé que puedo conseguir lo que deseo. Seré el hechicero más grande en poco tiempo y protegeré a mi abuelo y a mi pueblo. Soy el único que puede hacerlo, así que lo haré.

Mantengo mis ojos cerrados, a la par concentro mi mente en los espirales energéticos en el aire, en mi cuerpo.

A mi lado está Khortyn, lo sé no porque siempre esté a mi lado, sino porque puedo sentir su presencia, su magia.

Se que voy por buenos pasos, no demoraré.

Pero parece que llegó una pequeña interrupción. La puerta se abre y entra mi abuelo. Mis ojos al instante se abren por el asombro y, muchas hojas de papel que al parecer flotaban, se dejaron caer.

No lo creo... He estado usando magia de manera inconsciente. Eso es bueno, supongo.

—Vaya, señorito — musitó mi abuelo impresionado —. Veo que estás con tu magia y eso — comentó divertido con una gran sonrisa en su rostro.

—Buenas noches, abuelo — al saludarlo, el mismo se sienta en mi cama y me da un abrazo.

Le correspondo, su calidez es tan confortante que es lo que siempre me da fuerzas para seguir aunque me quiera rendir. Le debo mucho a este hombre, mi padre.

—Te has esforzado mucho, Thom. ¿No crees que deberías descansar? — al parecer, hay algo de preocupación en su pregunta, pero no dudo en negarle con mi cabeza.

—No te preocupes, abuelo. Todo está bien.

—Sabes, así mismo era tu madre cuando consiguió ese libro que tienes — dice suavemente señalando el grueso libro en mi cama —. Recuerdo que amaba la magia y sus misterios. Así mismo, era una mujer misteriosa.

—Háblame más sobre ella, por favor — le pido haciendo ojos dulces, siempre me ha gustado que me hable de ella del tiempo en que no había nacido; eso es porque ella es mi principal inspiración.

—Un día, cuando mi hijo, o sea tu padre era un niño, una chica llegó a este mismo pueblo. La joven tenía una mirada desafiante y, en sus manos traía un libro de hierbas medicinales. Yo como médico, me interesé por ella y, como no tenía donde quedarse le brindé mi casa y la tomé como aprendiz. La muchacha rápidamente asimiló todos mis conocimientos y se volvió una gran curandera. No pasaron tres años y tu padre decidió ir a ver el mundo; en ese entonces ambos tenían tu edad, así que se los permití. Pasaron siete años en los cuales no los vi. Para cuando regresaron, tenían un bebé pelirrojo al igual que la mujer. Me sorprendió mucho, pero me hizo muy feliz. Me había convertido en abuelo y, ahora mi hijo era un hombre hecho y derecho. Pasaron años y tu madre tenía ese códice de magia y el báculo que le hizo tu padre.

—Abuelo, ese báculo es el mismo que tengo yo, ¿verdad? — siempre lo he sabido, pero igual me gusta que me cuente las historias.

—En efecto. Tu padre se hizo artesano en ese tiempo que salió de viaje. Le hizo el bastón a tu madre para que pudiera ser hechicera.

—Abuelo, ¿no te gustaría viajar conmigo? — sé lo inocente que suena esa pregunta, pero me da mucha curiosidad cada vez que me habla sobre los viajes de mis padres.

—Oh, Thom... — suspira y luego me sonríe —. Ya estoy muy viejo para eso, pero sabes qué, puedes irte de viaje con estos jóvenes. Me gustaría que fueras y conocieras el mundo. Así como hicieron tus padres.

Sombras de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora