Livian:
Abrí los ojos desorientada, con los ojos pesados, apenas pudiendo mantenerlos abiertos. Me sentía mareada y sin fuerzas.
Los rayos de luz entraban por la ventana del tejado dando directo en toda mi cara, como acto reflejo llevé mis brazos a mi cara para frotarme los ojos, pero ese acto se quedó en un intento a mitad del camino cuando las cadenas me lo impedían.
Conseguí abrir los ojos después de varios intentos fallidos, pude observar la habitación, estaba llena de sangre en las sábanas de la cama, seguía estando atada de pie y manos sobre la cama, el cuchillo y la barra metálica estaban tiradas a un lado de la habitación.
Estaba segura de que mi aspecto no era el mejor del mundo, me dolían los ojos, labios, nariz y ceja de los golpes en la cara, el resto del cuerpo me dolía a causa de las cadenas, cortes y quemaduras.
Siendo sincera no es que me importe mucho mi aspecto en estos momento, lo único que me importaba era salir con vida de este lugar.
No sé cuanto tiempo había pasado sin poder comer algo, pero me estaba haciendo efecto, tenía menos fuerzas y tampoco quería malgastarlas a lo tonto intentando forcejear las cadenas que no iban a soltarse de mis muñecas.
Escuchaba ruido abajo, estaba segura de que en cualquier momento Dan volvería y terminaría con lo que había empezado.
Mire a mi alrededor buscando una posible salida, algún objeto con el que defenderme, no había nada, salvo las armas que anteriormente he mencionado.
Estaba sentenciada.
Los ruidos cesaron de un momento a otro, no se escuchaba nada en la casa, solo se escuchaba mi respiración y el ruido de las cadenas antes mis movimientos.
Se había ido o eso pensaba hasta que la puerta de la habitación se abrió de golpe.
- ¿Cómo está la prisionera? - Una persona entró por la puerta. Su voz sonaba robótica.
No podía reconocer a la persona porque estaba vestida de negra totalmente, con ropa holgada, capucha que le tapaba la cabeza, unas gafas de sol que tapaban sus ojos y con un pañuelo hasta la nariz impidiendo reconocer algo de su rostro.
Intenté dar un paso hacia atrás, pero las cadenas de mis pies no me dejaban moverme de mi sitio.
- No puedes huir... - Se acercó cada vez más hasta apoyarse en la pared de mi izquierda. - Estás sola, bueno, estamos a solas, no hay más nadie en está casa.
La persona encapuchada mantenía las distancias, pero eso no era suficiente para que mis nervios se fueran, no sabía sus intenciones y eso cada vez me ponía más nerviosa.
- Llevaba mucho tiempo esperando esto, estoy segura de que tu no lo comprendes, pero todo es culpa tuya - Vi como apretaba los puños.
- ¿Quién eres?
- Me conoces muy bien, pero no creo que te haga especial ilusión por saber quien soy - Se llevó una mano a su capucha - ¿O si te gustaría? - Hizo un intento de quitarse la capucha, pero antes de hacerlo volvió a bajarla lentamente - No te quiero dar el gusto tan rápido.
- ¿Qué quieres de mí? - Intenté forcejear con las cadenas, pero era inútil.
- De ti no quiero nada, salvo que mueras, pero no es algo personal. - Vi como dejaba de apoyarse en la pared para ponerse enfrente mía. - Sólo tienes algo que me perteneces.
ESTÁS LEYENDO
~Los secretos nunca se confiensan~.
RomanceEn un pequeño pueblo de Noruega vive una dulce chica de 19 años con su madre quien es muy sobreprotectora con ella. Un día la madre decide internarla en un internado para chicas porque estaba harta de tener que cuidarla sola porque su marido se fug...