Livian:
Había pasado una semana desde que salí del hospital, mi estado físico estaba mejorando considerablemente, tenía unos horribles cardenales, pero nada que con el tiempo no se acabaría curando.
A lo largo de esta semana, a parte de tomar reposo por petición de Drake, me ha servido para ponerme al día con las clases de la universidad con los apuntes prestados de Zoe, quien no se separaba de mí ni un instante cada vez que venía a visitarme.
Mis cambios de humor se hacían cada vez más presentes, podía estar feliz riendo con mis amigos, pero de un segundo a otro mi estado de ánimo decaía sin alguna razón aparente.
Únicamente me apetecía estar tumbada en la cama, viendo alguna serie o película llorando a moco tendido, algo que se me hacía imposible por los planes de mi hermano o mis amigos.
Todas las mañanas me despertaba al lado de mi novio, abrazada a su cuerpo cálido, mi mejilla apoyada en su pecho, era como un calmante para mí. Siempre me repartía besos por toda mi cara y pelo hasta conseguir que me despertara.
Después de ese dulce despertar siempre se tenía que ir a la organización, antes de irse se disculpaba, pero no era suficiente para mí. Cada día notaba como si hubiera una pared entre nosotros, algo que nos impedía estar juntos.
Entendía el motivo por el que tenía que ir a la organización todas las mañanas, pero nunca llegaba hasta altas horas de la madrugada, no sabía lo que había hecho el resto del día, apenas me enviaba algunos mensajes diciéndome cuánto me quería, pero luego cuando llegaba a nuestra habitación intentando no hacer ruido para no despertarme, sin saber que a veces le esperaba despierta, me daba las buenas noches con un beso en el pelo.
Apenas teníamos tiempo para hablar sobre nosotros.
La relación con mi hermano había mejorado, aunque siempre nos habíamos llevado bien, pero al saber toda la verdad nos había unido todavía mucho más, me había repetido millones de veces lo mucho que había esperado conocerme y que estaba eternamente agradecido de que yo pudiera ser su hermana.
Como cada mañana me despertaba temprano para entrenar con Dylan y Zoe, hasta ahora las clases habían sido un desastre, según él no teníamos resistencia, por lo que todas las mañanas íbamos a correr, al principio era horroroso, sentía miles de pinchazos en todo mi cuerpo, a veces hasta se me dificultaba respirar por las heridas, pero más o menos iba acostumbrándome.
- ¡Vamos Livian! ¡Aprieta ese paso, vas muy lenta! - El grito de Dylan hizo que volviera a la realidad, estábamos los tres corriendo al rededor de una plaza a unos 20 minutos de casa, lo bastante alejados para que ninguno de los chicos pudieran vernos.
Aceleré el paso hasta ponerme a la par de Zoe, estaba sudorosa, con varios mechones de pelos en su frente, le costaba mantener el ritmo, según ella no estaba hecha para hacer ejercicio.
Estaba segura de que mi aspecto tampoco era mejor que el suyo, sin embargo Dylan parecía impecable, sin una pizca de sudor, a unos cuantos pasos delante nuestra, manteniendo el ritmo, sin pararse ni un solo segundo a recuperar fuerzas, es como si llevara toda su vida corriendo por las mañanas.
- Nos quiere matar - Zoe se quejaba en voz baja dando pequeñas bocanadas de aire sin detenerse - ¡Quiere cansarnos para acabar matándonos! - Su gritó se escuchó por todo el lugar causando la risa de nuestro amigo quien se giró corriendo de espaldas para poder observarnos a ambas.
- Vosotras fuisteis quien me pidieron ayuda - Se encogió de hombros divertidamente.
- No hagas que me arrepienta - Rodé los ojos con frustración. Mis pasos cada vez eran más pesados, me costaba mantener el ritmo, pero eso no me impedía seguir intentándolo.
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~Los secretos nunca se confiensan~.
RomanceEn un pequeño pueblo de Noruega vive una dulce chica de 19 años con su madre quien es muy sobreprotectora con ella. Un día la madre decide internarla en un internado para chicas porque estaba harta de tener que cuidarla sola porque su marido se fug...