Capítulo 4

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Julian.

—El puesto de... —Ella se ríe. SE RIE. Está bien que no parezca alguien digno para ocupar tal cargo, pero tampoco para que se ría. En cuestión de milisegundos, me hace sentir como que no debería estar aquí. Como que no me lo mereciera. Y porque es así. Soy un ladrón después de todo. Un pirata, dicen los del pueblo.

            Es cierto que, cuando Isak llegó riéndose hace dos días del pueblo con aquel cartel en el que se leía la inscripción, no me vi nunca aquí.

            —A ver si alguno lo logra. —Exclamó sacándose la pipa, que había conseguido del robo al Palacio hace años, de la boca y poniendo el cartel sobre la mesa de control del barco. Lo había conseguido aquella tarde, mientras paseaba junto a Alma, la joven con la que estaba saliendo de momento. Llevaba un girasol sobre la oreja, lo que lo hacia parecer mas joven de lo que era, casi como un niño—. Estaré fascinado si así es. —Luego, extendió la hoja y leyó, con la voz como si estuviera hablando a través de un megáfono: "Para aquellos de gran fuerza, se busca guardias para cubrir la seguridad del Gran Palacio. Día de muestra: Lunes 3 de octubre del corriente.

            Yo, en ese momento, rodé los ojos y me dirigí a mi camarote. Magnus me esperaba allí, con otro libro. Antes de ir hacia él, fui a ver a Elías. Estaba recostado en su cama, con un trapo húmedo en la cabeza. Su fiebre no bajaba hace días. Y yo, todavía no había conseguido la plata para pagar a un buen médico. Tenía que hacerlo a toda costa. 

            Parecía dormir así que me alejé enseguida para que no se despierte. En su lugar, fui con Magnus. Él estaba sentado ante la pequeña mesa que teníamos con aquel libro del que me había hablado hace unos días. En el último tiempo, se había vuelto un gran amigo, aunque me costaba reconocerlo. Es muy loco como de la noche a la mañana las cosas pueden cambiar tan rápido. Aunque... Esto no fue tan de la noche a la mañana. Él había empezado a ayudar mucho más con las cosas del barco, luego de que yo una noche le gritara que no hacía nada y que en cualquier momento lo íbamos a echar. Porque... O estaba aquí y ayudaba o se iba. Así era aquí. 

            Hace aproximadamente tres años, Elías se había enfermado con la peste. Por mi culpa. Por mi maldita culpa. Desde entonces, no se había recuperado. Había tenido días buenos y días malos pero... Nunca había logrado recuperarse. Sencillamente porque no podíamos tratarlo más que obligarlo a permanecer en cama y a buen cuidado. No conocíamos a ningún médico.

            Fue por eso, que Magnus empezó a ayudarme en la labor de cuidado. Lo cuidaba tanto que parecía su hermanito pequeño. Aprecié muchísimo ese gesto, y empecé a tomarle cariño yo incluso.

            Me senté junto a él y suspiré.

            —Está mejor que ayer. 

            —No, no lo está. Está peor. —Dije con tanta bronca contenida que me sorprendió hasta a mí.

            —Bueno... Pero lo estará. Sigamos con esto. —Abrió el libro y me lo dio para que empiece a leer como me ha estado enseñando.

            Yo lo tomé y, molesto, volví a dejarlo sobre la mesilla.

            —No.

            —¿No tenés ganas?

            —Es inútil.

            —No... Haz aprendido muchísimo últimamente. Y este libro está muy bueno. Ya verás.

            Yo negaba con la cabeza. —¿Para qué?

La joya del mar ║A love storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora