Capítulo 27

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Julian.

Lo odio. Lo odio con toda mi alma. No sé cómo pude quererlo al principio. No sé cómo no me alejé cuando vi cómo se manejaba. Cuando hasta Elías me decía que deberíamos irnos. Deberíamos irnos, no me gusta cómo se manejan. Elías... Tenía toda la razón.

            Y ahora ya no está.

            Por su culpa. La maldita culpa de Luke.

            Por su culpa, Elías ya no va a ver con aquellos ojos tan soñadores el mundo. Nunca más.

            Nunca más me dirá Papi, ¿Qué podremos comer hoy? ¿A dónde vamos hoy? ¿Queres jugar a las cartas? Nunca más me mirará con aquellos ojitos que me harán derretirme y que, siempre que pueda, decirle que sí.

            Y todo se lo debo a Luke.

            De todos modos, ya no servía para la tripulación.

            Claro que servía. Y además, él no tiene por qué servir a nada. Es tan solo un niño por Dios.

            Era.

            Y encima, también intentó sacarme de la vida a Katarina. Casi lo logra y no me lo hubiera perdonado jamás aquello, porque que ella este aquí hoy, es totalmente mi culpa. Debí haber golpeado a Niklas y dejado que ella escape. O debí haberle dicho que lo había hecho cuando él se fue, aunque en ese caso, me hubiera hecho volver a buscarla porque nos había visto y podría describirnos. Debí haber intentado algo por lo menos. O aflojar el agarre para que se suelte y escape. Pero no hice nada y ahora la estoy exponiendo a este peligro.

            Luke tiene el cuchillo contra mi cuello y me tiene inmovilizado el brazo de un modo que no pueda levantar la espada. No sé cómo escapar. Pero no me rindo porque, si lo hago, si yo muero y él sobrevive, podría matarla.

            Teniendo en mente ello, se me ocurre una cosa. Con el otro brazo, tanteo mi bolsillo, tomo la joya del mar, que tanto valor tiene, y la levanto por sobre el mar. Él dirige su mirada hacia ella y me suelta al instante.

            —Mira que no voy a dudar en soltarla eh.

            Luke cambia de postura y apoya sus codos sobre la barandilla del barco recostándose contra la pared.

            —Sabes que... En realidad, es tu culpa que se muriera.

            —¿Qué? ¿Qué dices?

            —Murió de congelamiento.

            —No es cierto.

            Pero recuerdo su cuerpo completamente helado y blanco. Aunque claro, todos los... Cadáveres lucen así.

            —Si lo es, por lo que pasó anoche. Así que es tu culpa. Si no hubieras...

            —¡No! ¡Cállate!

            —Tienes que aceptarlo, es tu culpa, solo tuya. Por tu culpa murió Elías.

            —No...

            La verdad me cae no como un vaso de agua fría, sino como de una inmensa inundación heladísima. Como un océano inmenso del que no se puede escapar. Me derrumbo contra el suelo. No puede ser. No puede ser. No puede ser. Es imposible. No tiene sentido. Me encuentro inmerso en una nebulosa de la que no puedo escapar. La tormenta se agiganta cada más y me envuelve de tal modo que no puedo ver nada a mí alrededor. Todo es oscuro y en blanco y negro. La vida ya no será como antes. Elías, mi pequeño, mi hijito, mi hermanito, mi todo, murió. Murió y es mi culpa.

La joya del mar ║A love storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora