Capítulo 14

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Julian.

—Tu. —Exclama Katarina al verme y, no pasa un segundo que sale de la Sala de Entrenamientos.

Pasan los minutos y yo espero, con las manos detrás de la espalda y derecho, como me enseñaron al principio de este trabajo.

Observo de reojo a Charles y Francis que se encuentran allí. Yo tampoco entiendo por qué se fue.

Pasan diez minutos cuando al fin vuelve. Lleva puesto un vestido negro, que hasta ahora no se lo he visto. No sé cómo hace para tener tantos vestidos. Aunque ni me lo tengo que preguntar porque es una princesa. Le queda increíble, sin embargo...

—Señorita, debería ponerse algo más cómodo para entrenar...

Ella se mira el vestido y luego a mí.

—¿Enserio me dices?

—Si, por supuesto.

—Pero...

—Es más bien un consejo, pero yo creo que no podrá aprender correctamente si usa ese vestido, señorita. Quizás, con unos pantalones sería mejor.

—Los pantalones son para hombres.

—Muchas mujeres usan.

—Sí, pero... —Titubea. Se lo que va a decir sin que lo haga. Que solo lo usan las mujeres de mi clase social, que trabajan la tierra. Las mujeres que trabajan para ella.

—Solo se lo digo por comodidad suya, señorita.

—Está bien, veré que puedo hacer.

Se va de nuevo y vuelvo a quedarme con los guardias de la Sala. El reloj de pie marca que pasaron veinte minutos más cuando finalmente vuelve. Lleva puesto un pantalón negro y una remera de mangas largas blanca; los cuales muestran su esbelto cuerpo y anchas caderas de una forma más notoria.

—Mucho mejor, alteza.

Katarina abre la boca, parece que va a decir algo, pero se calla. Me mira, expectante y se cruza de brazos. ¿Qué le pasa?

—Bueno, primero estiraremos...

—No entiendo por qué te han mandado a ti.

—¿Cómo?

—Mi madre puso como condición para dejar de tener guardia personal, que me entrenara, pero te han mandado a ti.

Aquella declaración me cae como un vaso de agua fría. Que digo fría, helada. Casi tan fría como el agua del Mar de Serpientes. Me habían dicho que tenía que entrenarla para que sepa defenderse sola, pero no me habían dado un motivo.

Me encojo de hombros ignorando la sensación de decepción por el hecho de que quiere alejarme y le digo: —Supongo que me eligieron a mí para las clases, señorita. ¿Está bien, señorita?

Katarina me mira con pesar y rueda los ojos. No le debe de gustar cómo le hablo pero... Es lo que tengo que hacer.

—Como le decía, vamos a estirar.

Le muestro como hacerlo y ella me imita. Estiramos todo el cuerpo pero principalmente brazos, que es lo que le haré entrenar hoy. Luego, le digo que caliente un poco trotando por la sala. Ella me mira con cara de pocos amigos pero termina por hacerme caso.

Pasados unos minutos, y viendo lo colorada que está, le digo que pare y que ahora empezaremos a entrenar. Le doy unas vendas a ella y le enseño a ponérselas alrededor de sus manos.

La joya del mar ║A love storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora