La joya del mar ║A love story

Capítulo 8

Julian.

De un momento a otro, Katarina empieza a correr. No sé en qué momento se quitó sus tacones, pero ahora va descalza. 

            —¿Qué haces? —Le pregunto, dándome cuenta luego de que la tutee y de que lo he hecho ya varias veces. Pero ella no me dice nada sobre eso. En su lugar, solo se ríe y sigue corriendo.

            La sigo, porque no hay otra. Llego de forma rápida a la par de ella y de un momento a otro, me tira mi saco que llevaba puesto. Lo cazo al vuelo. No entiendo qué está haciendo.

            —¿Qué haces? —Repito gritando a través del viento y la nieve.

            —El agua.

            —¿Qué?

            Entonces, comprendo. Está corriendo hacia el mar.

            —¡Esta helada! —Le grito para que entre en razón. No obstante, ella me evade y corre hasta llegar al agua. Antes de entrar, se levanta un poco su vestido hasta la pantorrilla. Al menos, aun se guarda un poco de razonamiento aunque claramente que el protocolo se ha ido por el portillo.

            Es poner un pie dentro, que grita. Llego a su lado y me cruzo de brazos. No quiero decir que se lo dije, porque no sería lo correcto. En su lugar, le pregunto que si está bien. 

            —Claro. —Se  fuerza a sonreír y sale inmediatamente del agua—. No esta tan fría igual.

            —Seguro.

            —¡Enserio! No lo está.

            Miro sus pies.

            —Está temblando.

            —Para nada. Me voy a meter, pero en un momento.

            —Ya. Seguro.

            —Enserio le digo. Lo haré. —Asegura, pero luego agrega: —Mmm primero vaya usted. Mire si hay algo que me pueda morder.

            —Morder. Allí no hay... —Empiezo a reírme pero freno al ver su cara. Lo dice enserio, completamente enserio—. Tranquila, en la orilla no hay nada. A lo sumo, un par de peces...

            —¡¿Qué?!

            —¡Era una broma!

            —¡No me gustan sus bromas!

            —Aun así, no le conviene meterse al mar. Debe estar muy fría y además, su vestido...

            —No pensaba mojarlo.

            Niego con la cabeza sonriendo.

            —Eso es imposible si piensa entrar. Además, no es seguro. Le puede pasar algo.

            —Entre primero usted entonces. Así se torna seguro.

            Trago saliva.

            —No.

            —¿No? Entonces entro sola.

            —No, no puede.

            —Pero usted no quiere meterse. ¿Qué? ¿Tiene miedo?

            —No.

            —Ya. Entonces, métase.