Epílogo

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El bastón se escuchaba repicar sobre el suelo de madera mientras el joven avanzaba. Estaba harto. Sabía que este encuentro no iba a ser bueno pero lo necesitaba. De algún modo, la misión que le encomendaron en un principio se había transformado en personal.

El murmullo de voces ahogaba su fuerte respiración mientras caminaba. Las luces de los candelabros se reflejaron en sus ojos verdes que se achicaron al buscar entre la multitud a su objetivo. Al estar, en su mayoría, en el techo, otorgaban un ambiente trémulo al lugar.

A ese bar ya había ido otras veces. Botellas de Wisky se extendían por los estantes. Una gran mesa de billar hacia el fondo y en la pared de la derecha un hogar que otorgaba luz y calor al ambiente. Bancos rodeando la barra y una gran cantidad de sillones extendidos alrededor de mesillas, en donde los caballeros fumaban y charlaban entre sí. Cartas volaban de sus manos mientras hablaban de las mujeres que conocían y se vitoreaban con sus encuentros, tanto que tapaban la música que desprendía un joven al tocar las teclas de un alto piano de cola negro.

La mayoría iba ataviado de camisas, chalecos, chaquetas, pañuelos y pantalones largos. La persona que buscaba, llevaba una camisa blanca, un chaleco azul de doble botonadura, un pantalón largo negro y una chaqueta larga con botonadura simple y sencilla.

Lo divisó en una de las mesas, rodeado de sillones sin nadie en absoluto y con un vaso de vidrio en la mano, probablemente con alcohol. Su otra mano, reposaba sobre el sillón y sostenía un cigarro del que salía un abrumador humo oscuro. Miraba al centro de la mesa con aire pensativo. Aún no había reparado en el joven de cabello revuelto. Y no lo hizo hasta que él se frenó enfrente a su mesa. Corrió el sillón a un lado y se sentó con un ruido pesado. La rodilla derecha le mandó una descarga que le hizo pegar una sacudida. Se saludaron solo con la cabeza y el joven procedió a llamar a una de las mozas para solicitar una bebida como la del otro. Cuando finalmente llegó con su vaso, el mayor llevo su mano a la boca tosiendo y comenzó a hablar, entre caladas al cigarro.

—No pensaras, que te pagaré por tu fracaso, imagino.

—Me prometiste...

—Solo si lo hacías. Y yo no veo su cadáver aquí.

El joven se relamió los labios y llevo el vaso a su boca. Luego, se recostó contra el sillón con los brazos extendidos en el reposabrazos.

—Vamos a ver, yo lo intente. Y por tu culpa, casi muero. —Expresó Luke mirándolo ceñudo—. Creo que, como mínimo, me merezco una recompensa.

—Quizás. Lo voy a pensar.

—No. Lo harás.

—Te propongo lo siguiente. Si logras la tarea que te encomendaré, te daré el doble de lo que te propuse en primera instancia.

—El triple.

—Quizás.

—Me lo darás. Y quiero un pago por adelantado también.

—Mmm te daré una tarea pequeña y si lo haces, te pago y seguimos con el plan. ¿Estamos?

—¿Qué tarea? —Preguntó Luke dudoso.

—El objetivo principal que te encomendé es imposible, porque... Al ser la reina ahora se encuentra rodeada de más guardia y mucho más protegida. Por eso... Romperemos su reinado poco a poco. Y tú me ayudaras a ello. No irás directamente a matarla esta vez. En su lugar, haremos que el pueblo la odie y así dejará el trono. ¿Te interesa?

El joven lo pensó, mientras se llevaba la bebida a los labios. Lo pensó y lo repensó. No le importaba tanto el dinero por esta vez. Esa negociación había sido solo para que le crea. Él quería matarla en realidad. Por como lo humilló, tirándolo de su barco de ese lodo... Y si aceptaba este trato, quizás él lograba que esté más cerca de Katarina para poder asesinarla.

—¿Cómo haremos esto señor?

FIN.

La joya del mar ║A love storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora