Julian.
Katarina, aquella mañana, estaba frenética. No paraba de ir de un Ala a la otra. Y de dentro del Palacio hacia afuera. Yo la seguía a cinco pasos de distancia mientras ella simplemente aspiraba el dulce aroma de las flores y sacaba cuantos frutos podía de los árboles.
La primavera avanzaba a pasos agigantados y se ve que aquello la ponía de buen humor.
Sin embargo, no la podía culpar. El ver un bello y templado día tan bueno como aquel era de lo mejor. Ya no pasábamos frío en el barco durante las noches. Y Elías ya estaba bastante recuperado. Incluso corría y jugaba, como antes.
Katarina estaba radiante, como siempre y diablos, como odiaba eso. Hasta corría y reía de una forma que dirías correcta. Y se veía perfecta.
Lo cierto es, que el crudo invierno se había llevado muchas cosas. Las cosechas de todo el país se habían visto desventajadas y no crecían. Los comerciantes no vendían y el país no obtenía dinero. La sequía había pegado de forma fuerte. Así que... De algún modo, verla tan exultante a ella... No me molestaba tanto. Pues, tenía su razón de ser. Las flores estaban floreciendo y las cosechas estaban creciendo por fin. Incluso en el Palacio las flores que tenían en invierno cuando arranqué a trabajar aquí, en el último tiempo habían desaparecido. Así que, lo de ahora, era para celebrar.
Lo que me molestaba era verla tan perfecta. A ver, eran tan solo las siete de la mañana y estaba como si hubiera dormido una eternidad y se hubiera levantado pasada la mitad del día. Aunque supongo que, su razón de ser está en el hecho de que es una princesa, y seguro durmió en una cama de plumas de avestruz o alguna otra ave excéntrica con pelaje súper suave, así que tiene que estar feliz porque... ¿Cómo no estarlo?
No obstante, verse eso a simple vista, yo podía ver la verdad tras sus ojos. La verdad tras su sonrisa. Parecía fingida. Todo fingido. Hasta sus gestos. No se veía tan feliz como las veces que hemos salido a que ella explore el mundo exterior.
Todavía me llama mucho la atención cómo nunca había salido antes. Es una locura. Cuando me lo afirmó, se me pasó por la cabeza Juana la Loca. Solo esperaba, que Katarina no termine como ella.
Pero como sea, por momentos, sentía que ella estaba con aquella sonrisa solo por ser quien es, por sus títulos. Porque tenía que estarlo. Tenía que mostrar que lo estaba. Por las noches, cuando me ha tocado trabajar a mí, la veía que hacia una de dos cosas. O salía al patio del Palacio a llorar desconsoladamente, o me pedía de salir del Palacio. Hubo una vez, que me pidió incluso salir aunque yo no trabajaba de noche. Hacia las cinco de la tarde, me dio una carta.
Te espero en la playa a la medianoche.
Decía. Por supuesto, que no le hice caso. En su lugar, fui a las once a la salida de túnel y la esperé ahí hasta que apareció.
—Te ordené otra cosa. —Me dijo.
Esa noche, la llevé a otro de mis lugares favoritos. Lo de la tía Rosa. Su tienda estaba abierta las 24 horas, así que era ideal. En el pasado, me había servido muchísimo aquello. Incluso, ella siempre estaba. O al menos, cuando yo iba. En verdad... No sabía en qué momento dormía porque he ido en horarios muy diferentes y siempre la veía.
—Vamos al invernadero. —Dice de pronto Katarina trayéndome a la realidad de aquella mañana primaveral.
—¿Qué?
Pero ella solo empieza a caminar allí. No le pregunto nada sobre por qué quiere ir ahí porque sospecho que es para salir y no quiero arriesgarme a que alguien nos escuche ahora.
Al llegar allí, nos encontramos con Hernán, uno de los guardias. Este le hace una reverencia y ella simplemente le dice que se retire.
—¿Qué haces? —Le pregunto una vez que estamos solos.
Pienso que se va a dirigir a la manija para abrir la puerta hacia el túnel pero, en su lugar, se dirige a una planta; la cual, se ve de un intenso color azafrán, en su máxima plenitud.
—¿Te acuerdas lo que te dije sobre esta planta?
Hago memoria y se me viene a la cabeza con facilidad.
—Que solo se cosecha aquí.
—Sí. Quizás, era una verdad a medias.
—¿Cómo?
—Veras. Hace un tiempo, se ha estado plantando en un país vecino también. Y como nosotros hemos tenido escases de flores, tuvimos que comprar a ese país vecino.
—¿Por qué me cuentas esto?
Ella se encoje de hombres.
—No se lo dirás a nadie de todos modos. No puedes.
—No se lo diría a nadie igual, aunque no hubiere firmado un contrato de confidencialidad.
Ella se vuelve hacia mí y me dedica una sonrisa sincera.
—Lo sé.
Le sostengo la mirada y es, en estos momentos cuando empiezo a sentir un escozor en el estómago y me olvido por completo de quien es ella y quien soy yo. ¿Por qué me tiene que seguir produciendo esto? Es... Muy extraño. Yo... La odio. Sin embargo, a la vez.
A la vez.
Cuando me mira de ese modo y me sonríe de ese modo, realmente olvido todo. Y me dan ganas de tomar un impulso.
Y lo tomo.
Me acerco a ella.
Me acerco a menos de cinco pasos.
Quedo a apenas centímetros. La miro. Ella me mira. Frunce el ceño y comprendo. Miro hacia atrás y alargo la mano hacia la flor que ella estaba mirando. La roso con los dedos.
—Es... Linda.
Murmuro y luego trago saliva por la cercanía. No la miro, así que no se su expresión. Pero me alejo antes de que me diga que lo haga.
De repente, ella agarra la maceta de la planta y la pone a un lado. La toma entre sus manos y la da vuelta unos pocos milímetros.
—Sin embargo, ésta en específico, no es solo importante por eso. —Y entonces, saca de debajo de la maceta, un collar de perlas azules tan hermoso que deslumbra—. No me preguntes por qué lo guardamos aquí. Supongo que es una vieja tradición. Pero... Como sea. Hoy lo voy a usar. ¿Cómo me queda? —Dice poniéndoselo sobre su pecho.
Llevaba un vestido color marfil que, combinado con aquel collar, la hacía verse espectacular.
—Bien, señorita. —Agrego para mantener los modismos. Por si las dudas, ella pensaba otra cosa que no podía ser. Por si las dudas... Ella se daba cuenta de lo que surcaba mi mente en estos momentos.
Ella me sonríe y se lo saca.
El baile fue hacia la tarde y gracias a eso, pude verla con el collar puesto y con aquel vestido azul que le quedaban tan bien.
Bailó todo el tiempo. Y creo que... Fue, supongo, mi imaginación pero, al bailar con los caballeros, volteó a verme un par de veces. En un momento, hasta pensé que requería mi ayuda. Así que empecé a avanzar hacia la pista, pero me detuve a tiempo para darme cuenta que eso, que un guardia pise la pista de baile, sería totalmente indecoroso.
Ella bailó toda la tarde. Y yo la miré en todo momento.
Porque ese es mi trabajo, por supuesto.
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La joya del mar ║A love story
RomanceElla en la seguridad de su Palacio, no se espera que 5 años luego de un ataque de piratas, uno de ese grupo llegue como su nuevo guardia de seguridad. Debería no contratarlo. Debería... Él debería no aceptar el trabajo. Porque la odia y odia todo l...