Katarina.
Julian no deja de aporrear la puerta del camarote y pegar gritos.
—¡Sáquenme! ¡Los puedo ayudar! —Expresaba una y otra vez.
Yo no sé a qué se refería porque no llegué a ver cuál era la posible amenaza. No obstante, sabía que podía ayudarlos. Yo sabía que él era capaz. Claro que lo era. Era completamente capaz. Si la ventana de la habitación no fuera tan pequeña, él podría salir por ella, trepar a través del barco y llegar por sí solo a cubierta. Estoy segurísima que podría. Si hace unos días, lo vi saltando de soga en soga, a diez metros de altura del suelo, para mover las velas y controlar la tormenta. Yo a esa altura me moriría enteramente.
—¿De qué hablas? ¿Qué está pasando allí afuera? —Le pregunto una y otra vez y no me responde.
Podría jurar que pasaron unos diez minutos cuando al fin dejó de golpear la puerta.
Detrás de ella, no se escuchaba nada. Absolutamente nada. Creo que eso era lo que más asustaba. Si hubiera gritos u órdenes, al menos sabríamos que estaban controlando la amenaza. Solo esperaba que no se estén enfrentando a una criatura del mar porque, y me da vergüenza pensar esto, pero me mearía en mis pantaletas.
Me acerco a la pared y trato de escuchar, pero nada. Y la espera se hace eterna.
Tomo a Julian de los hombros y hago que se dé vuelta para que me mire.
—¿Qué sucede? Dime.
Él, luego de un momento, fija los ojos en mí.
—No lo entiendes. No...
—No. Dime.
—Vino un barco y... Creo que podría ser un barco pirata. En estos momentos, pueden estar saqueando todo el barco y yo aquí. Por Dios. Lo voy a matar a Marcus cuando lo vea.
Oh.
Esto sí que no me lo esperaba. No puedo creer que ni por la cabeza se me pasó.
—Si llegan aquí... Quiero decir... Si son muchos yo no sé si podría defenderte. Yo no...
—Oye. Tranquilo. —Le aprieto los hombros y lo miro. No hemos estado a esta distancia, frente a frente, desde hace mucho mucho tiempo. Desde aquella vez en la que...
Pestañeo. Pestañeo y miro hacía un costado.
—Yo podré defenderme también. No eres solo tú. Tranquilo...
—No lo entiendes. Estamos muertos. Y la Nación...
Junto los labios en una fina línea. Finalmente, trajo el tema. El tema que escuchó aquella vez decir a mis mujeres de compañía.
—La Nación. Sí. ¿Sabes qué? La gente no sabe nada igual. Todos hablan de mí y de por qué no tuve herederos como si supieran y no saben un carajo.
Julian abre los ojos inmensamente, sorprendido de cómo hablo. Suspiro y me siento en el piso flexionando las rodillas y llevándome las manos a la cara.
—Ey... —Siento que Julian pone su mano caliente sobre mí brazo. De todos modos, no levanto la cabeza.
Estoy harta de escuchar lo que todos dicen y hacer como que no me importa. Hacer como que no escucho lo que dicen.
—No lo entiendes. Si la gente supiera...
—Ey. Escucha. Eres la princesa. No hay nada que hagas que a la gente le parezca mal. Eres quien nos gobierna y lo haces bien. Más que bien.
—Claro que no.
—Si lo haces. Estás... Viniste hasta acá. Estás exponiéndote a un montón de peligros solo por la Nación. Solo por hacer un acuerdo.
—Ya. Pero ese es el problema.
—¿Cuál?
—Que no hay nada de lo que haga que esté solo bien o solo mal. Simplemente... Fíjate esto. No importa por qué salí. Importa que me estoy exponiendo al peligro y por ello, estoy exponiendo al peligro de la Nación. Porque no tuve hijos. Y salí solo por ser egoísta. Porque quería salir porque nunca lo hice y tuve que elegir justo un viaje tan largo y ahora... Ahora podremos morir y todo va a ser mí culpa. Llevé al país a la destrucción. Si me muero, mi madre tendrá que tener un nuevo heredero y ella... Ella ya no puede tener hijos, es muy grande.
—Oye. Pero aún no morimos... Aún estás aquí. Y...
—No lo entiendes. Ya nos condené.
—No fue tu culpa por salir.
—No. No hablo de eso. Aunque no muera hoy, ya nos condené.
—Pero que cosas dices. Ya te he dicho que no puedes ser tan dura contigo y además...
Levanto la cabeza y lo observo al decir: —No puedo tener hijos Julian.
Hay una pausa que se torna excesivamente larga o que al menos yo la encuentro así, por lo que decido continuar.
—No puedo tener hijos, ¿entiendes? Aunque quisiera, no puedo traer un heredero al trono. Ya nos condené a todos. Nunca tendría que haber asumido al trono. Tendría que habérselo dejado a mi madre que quizás ella podía antes... Pero ella ni siquiera sabe la enfermedad que tengo. No sabe que no puedo traer niños al mundo. Si mi madre lo supiese, me sacaría el trono y se lo entregaría al familiar más cercano. Probablemente a mí tío, Philip, que si cuenta con muchos niños. Y todo el...
Me detengo al sentir un brazo sobre mí. Julian intenta abrazarme y yo no opongo resistencia. Lo necesito. Necesito ese abrazo y agradezco que él se dé cuenta.
—No te martirices por eso, Katarina... Kat —Habla cerca de mi oído, con la voz amortiguada por nuestras ropas. Se queda un momento allí, y luego se aleja, observándome—. Puedes... Adoptar a un bebé sin que nadie se entere, ¿no?
—Yo no hago nada sin que nadie se entere, Julian. Es el precio por ser quien soy.
—Bueno... Recuerdo. Tengo el leve recuerdo de que hace un tiempo hiciste cosas que nadie más que yo sabe...
Él sonríe divertido y yo trago saliva. Miro hacia la ventana y como las olas se mueven pero siento sus dedos en mi mentón y me hace volver la vista hacia él. Estamos tan cerca y solo tengo ganas de hacer una cosa. Una cosa que lamentaré incluso al instante pero que deseo con mi alma hacerla. Además, estamos encerrados con una posible gran amenaza afuera. Podemos morir en los próximos minutos y... Me acerco más a él y rozo sus labios con los míos. Al instante, siento todo mi ser explotar.
Pero eso dura tan solo un segundo. En el mismo momento, escuchamos pasos del otro lado de la puerta. Me alejo de él repentinamente como si se tratara de un cactus y se me pone la piel de gallina por lo que se acerca.
Ya está. Este es nuestro fin. Nos vienen a matar.
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La joya del mar ║A love story
RomanceElla en la seguridad de su Palacio, no se espera que 5 años luego de un ataque de piratas, uno de ese grupo llegue como su nuevo guardia de seguridad. Debería no contratarlo. Debería... Él debería no aceptar el trabajo. Porque la odia y odia todo l...