Julian.
Las hojas caen sobre mí mientras subo las escaleras del palacio. El astro apenas está saliendo pero ya se siente el cambio de aire.
Es increíble como, hace meses que trabajo aquí, y todavía me asombra la inmensidad del palacio real.
El primero en recibirme es Marcus, quien se sorprende al verme.
—El otro me caía mejor.
—¿Eh?
—El que te sustituyó.
—Bueno pues, lo siento. Aunque yo soy mejor.
—Ya.
Cuando veo por la mañana a Katarina, y llegamos a estar relativamente solos en el palacio, le agradezco por no despedirme del trabajo. Ella se me queda mirando de forma rara, pero no dice nada.
Pasado el almuerzo, escucho una discusión que mantiene con la reina.
—Tienes que dejarme. Sabes muy bien que estoy lista.
—Eres la princesa. Si sales... Hay mucha gente que te quiere asesinar y corremos un gran riesgo porque no tienes herederos.
Admiro la compostura de Katarina para no mostrar expresión alguna cuando ella le dice eso. Simplemente, con su cara de póker, le responde: —No va a pasarme nada. Hace meses que llevo entrenándome y...
—El último mes no.
—Claro que sí. Le solicité a Marcus clases.
—Ah.
Eso yo tampoco lo sabía. De repente, siento la culpa de no haber estado aquí. Desearía haberle dado yo las clases. Él... ¿Qué le puede enseñar? No como yo. A ver, no digo que sea un experto pero supongo que, tenemos mejor química y nos entendemos mejor y...
¿Qué estoy diciendo? Es mi culpa el no haber estado aquí. Todo por lo que casi hago. Por casi tomar esa terrible decisión. Porque no pude contenerme y actué antes que pensar, acercándome de ese modo. No puedo enojarme con nadie por no estar aquí y que Marcus haya ocupado mi lugar porque es mi culpa.
—Bueno, lo pensaré. Quizás, en unos días... Pero te acompañarán ambos guardias y... Si, quizás.
—Muchas gracias, madre.
No sé por qué siento que ella, en su interior, está saltando de alegría como si hubiera ganado la lotería.
A la tarde, casi llegando a la cena y por terminar mi turno, Katarina me sorprende pasándome un papel.
"Invernadero, medianoche".
Frunzo el ceño pero ella no me da tiempo para decirle que no, que no saldremos, porque entra al Salón Legal a una reunión y a mi ahí no se me permite entrar. Solo entran allí los del Consejo Real y dos guardias que se encuentran siempre allí, dentro.
Se pasa horas ahí y ya luego viene la cena. Así que... Mi turno termina pero yo no me voy. Me escondo en el invernadero y cuando ella llega, empiezo a decirle que, no iremos a ningún lado, que para qué si ya le permitieron salir de día, que es todo un riesgo. Pero ella ni me escucha. No, claro que no. Tiene la maldita costumbre de no escuchar porque total, es la princesa y hace lo que quiere. Si total todos le hacen caso. Como yo, que cuando entra en la pequeña habitación y me dice que le ayude a quitarse el vestido, obedezco como si fuera su criado.
—¿Qué? ¿No me escuchas? —Digo en la oscuridad y tanteo buscando su vestido. ¿Por qué no prende una vela? Aquí no se ve absolutamente nada.
—Tú eres el que no escucha.
—Pero si no has dicho nada. Y te estoy diciendo que...
—Cállate.
—No. No voy a hacerlo. No porque eres la princesa voy a... No puedes hacer lo que quieras siempre.
—Oh eres tan molesto.
Presiento que estoy hablándole a la cara pero no estoy muy seguro porque apenas se me están adaptando los ojos a la oscuridad.
—¿Yo molesto? Tu...
Pero lo que hace a continuación, da lugar a que se me corte la voz. Toma mi cara con su mano, sospecho que la derecha, y siento su respiración golpear contra mi rostro. La siento muy cerca. Casi tan cerca como la tuve aquella vez que no me animé a dar el paso y besarla. Más cerca aun. Juraría que tengo sus labios a un centímetro de los míos. La piel se me eriza y siento toda la panza revuelta.
—Eres un diablo maldito. —Susurra y ahora si puedo asegurar que la tengo extremadamente cerca.
—¿Quién te enseñó a decir esas atrocidades?
—¡Tu!
—¿Yo?
Me responde pasando un dedo por mi labio inferior. La que es una diabla maldita es ella. Siento electricidad recorriendo todo mí cuerpo. Se siente como una descarga de energía que me hace entender a que vine a este mundo, porque está claro que vine a esto. A desearla, a quererla.
—¿Y por qué soy esas falacias que dices?
Ella me suelta y se aleja. ¿Que hice mal?
En la oscuridad de aquel cuarto, puedo notar como se cruza de brazos y me mira con esa mirada que utiliza tanto y me descoloca de una manera especial.
—¿Qué? —Digo al no obtener respuesta.
Mis ojos se adaptan por fin a la poca iluminación y veo como niega con la cabeza mordiéndose el labio. Parece que prefiere evitar una pelea porque vuelve a mis brazos.
Estar así con ella se siente tan pero tan bien que hasta siento que estoy soñando. Me pellizco y no siento el mismo. Se me cae el alma a los pies.
—¡Ay! ¿Por qué hiciste eso?
—¿Qué? ¿Qué hice?
—¡Me pellizcaste!
—Ah. —Ups. Entonces es muy real esto. —Lo siento. —Me muerdo el labio y decido decir la verdad. —Solo no podía creer que esto fuera real.
—Es muy real.
—Ah, ¿sí? —Me le acerco más y la tomo de la cintura. Chocamos contra la pared de atrás, en el medio de aquella oscuridad, y ella envuelve sus piernas alrededor mío. Siento como emite un jadeo y tira la cabeza hacia atrás, como dándome permiso. Me dispongo a besarla en el bello cuello que se muestra al descubierto, pero es entonces que escuchamos un ruido que proviene de afuera de la habitación.
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La joya del mar ║A love story
RomanceElla en la seguridad de su Palacio, no se espera que 5 años luego de un ataque de piratas, uno de ese grupo llegue como su nuevo guardia de seguridad. Debería no contratarlo. Debería... Él debería no aceptar el trabajo. Porque la odia y odia todo l...