Capítulo 28

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Katarina.

—Escucha... Tengo que decirte algo. —Dice Julian con la voz rasposa y haciendo que me de vuelta. Me siguió todo el camino hasta el Palacio a pesar de que le dije una y otra vez que podía volver sola. Prefería que se quede a llorarle a Elías porque... Tiene que pasar su pena. Prefería que se quede, pero él insistió. Y ni bien llegamos a la escalera que conecta con el invernadero, él me dice aquello.

            —¿Qué es? —Le digo con toda la amabilidad que puedo, porque a pesar de que sigo enojada porque me secuestró, al final terminó salvándome y... Tuvo una perdida muy reciente.

            —Es que... —Pero es decir aquello que se escucha un grito del otro lado de la trompilla.

            —¡JULIANNNN! Eres tú, ¿verdad?

            Oh no. Ese es Marcus.

            Abro la trompilla rápidamente a pesar de que Julian me dice que no lo haga y salgo. Espero que mi otro guardia esté bien. Y por suerte, lo veo allí parado. Aunque parece que recién se despertó del golpe porque está tambaleándose de un lado a otro.

            —¿Marcus Mattsson...?

            —¡Princesa! Está bien, me alegro mucho, señorita. —Me hace un saludo de reverencia un poco torpe y es raro verlo así a él, que siempre es tan correcto.

            —Lo lamento mucho lo que le hicieron. ¿Está bien?

            —Por supuesto, señorita. ¿Usted lo está?

            —Sí, lo estoy. Solo eh... —Pero es inútil mentirle porque él vio cuando me secuestraban—. Oiga... —Pero yo no hablo así que él decide tomar la palabra.

            —¿Dónde está el traidor? ¿Dónde está Julian Bell?

            —Julian... —Miro a mi alrededor pero no lo encuentro en ningún lado y la trompilla está cerrada. O está allí oculto o ya se fue—. Sobre eso quería hablarle. Mantengamos esto en secreto, ¿puede ser? Porque él, al final, terminó salvándome y... Y no merece morir por algo como esto. ¿Estamos? ¿No ha dado la voz de alerta?

            —No... No he tenido tiempo, señorita. Apenas me desperté cuando usted arribó con él, cuando escuché los ruidos. O creo que estaba con usted. Podría jurar que oí la voz de aquel traidor.

            —Marcus. —Él me mira porque nunca lo he tuteado ni hablado de este modo—. ¿Me harás este favor? No contarlo por ahora... Sino lo mandaran a la horca y... No puedo permitir aquello.

            —Por supuesto, señorita. —Responde pero parece costarle toda su fuerza de voluntad no negarse a mi pedido.

            —Muchas gracias. Ahora... ¿Puedes caminar... bien? Tengo que volver al baile inmediatamente.

            —Por supuesto, señorita. —Él asiente y me acompaña.           

            Es traspasar el Salón Comedor, que me cruzo con Arthur. ¿Qué hace allí si su lugar es el Pequeño Salón? Es una gran incógnita. Antes, me crucé con varios guardias en varios sectores del Palacio pero creo que eran de esos sectores. En definitiva, iban tan rápidos que no los pude distinguir bien; ni ellos lo llegaron a hacer, porque de lo contrario se hubieran frenado.

            —Alteza. ¿Está usted bien?

            —Si... Solo me ausenté un momento.

            —¡Hija! —Exclama mi madre, asustándome, desde la otra punta del Salón. Sin guardar ningún protocolo, se acerca a mí y me abraza. Y de la nada, siento espasmos y ruidos de ella. Esta... ¿Llorando? Está completamente alterada—. ¿¡Dónde estabas!? ¿Dónde has estado? Tu padre... Ha ocurrido algo. ¿Dónde diablos estabas?

            —¿Qué sucede madre? Solo vengo del reservado y antes, estaba fuera en el jardín.

            —¡¿Sola?!

            —No no. Con una doncella, por supuesto. No tienes que temer nada. Y también estaba cerca mi guardia.

            Antes de ir hacia el Salón azul, fui a mi habitación. Solicité que Linda venga inmediatamente y en menos de un minuto estaba conmigo. Tienes que ayudarme con algo sin preguntar, le dije. Y le pedí, entre otras cosas, que me tapase las marcas del cuello con polvos suaves. Aquellas marcas por el ahorcamiento eran muy notorias, las había visto en varios espejos del Palacio. También le pedí que me dé el vestido que teníamos guardado, igualito al que llevaba puesto. Siempre para todos los bailes, me hacían dos vestidos por si pasaba un accidente, como que se rompa. En este caso, estaba roto en algunas partes y un poco sucio de tierra del bosque. También me ayudó lavándome la cara y maquillándome rápidamente. Pensé que iba a preguntar sobre todo eso, porque yo nunca me ensuciaba de ese modo, pero lo peor fue cuando le mostré las marcas del cuello. Ni bien las vio, pegó el grito en el cielo y yo me apresuré por taparle la boca.

            —¿Quién le ha hecho esto? ¿Está bien?

            —Me caí. —Pero me miró con tal cara de incrédula, que tuve que decirle: —Esa persona ya fue condenada, no te preocupes. Y sí, estoy bien. —Dije una vez más aunque no lo estaba. Para nada estaba bien. Aquel día había sido muy largo y me dolían absolutamente todos los músculos de mi cuerpo. Aunque lo que más me dolía y de lo que menos me recuperaba era de la traición de Julian. Me sentía... Usada.

            A pesar de que le dije aquello a Linda y le aseguré que estaba bien, siguió haciéndome preguntas y hasta quiso ponerme hielo. Pero le dije que necesitaba volver enseguida al baile y tenía que taparme aquellos moratones. Ahí fue que me dijo algo que me dejo de piedra.

            —El baile de máscaras ya ha concluido.

            ¿Tanto me ausente? Los bailes solían durar horas y horas y... No parecía haber pasado tanto tiempo.

            —¿Ya?

            —La reina lo ha concluido antes. No dio motivo alguno.

            Y aquello me pareció rarísimo, así que ahora, le pregunto a mi madre: —¿Qué ocurrió? ¿Por qué has terminado el baile de máscaras?

            —¡Oh hija! No no, tenemos que hablar. —Exclamó con la voz un poco rara, como si estuviera nerviosa por algo. —Iremos a mi alcoba, ya. Nadie más lo puede saber.

            —¿Ya?

            —Es de extrema urgencia. —Dice y con eso, no necesite más. La seguí, junto a Arthur y dos guardias más, hasta su habitación en donde podíamos estar solas.

            Pero jamás de los jamases, me hubiera imaginado lo que me iba a soltar. Nunca me lo hubiera esperado. Ni en mis pesadillas más remotas. Y aquello, fue lo que le faltaba a esta noche para ser la peor de mi vida. Incluso peor que todas las noches que me he sentido sola o que he querido estar sola y he ido hacia el jardín o cualquier lado del Palacio donde pudiera estar por un momento a solas. Peor incluso que aquella noche de hace años cuando irrumpieron en mi habitación. Mucho peor.

            Leyla, mi madre, cerró la puerta tras de sí y empezó a caminar a lo largo de toda la habitación de forma frenética. 

            —¿Qué sucede? Dime ya, me estas asustando.

            —Es para asustarse. Hija, ha fallecido tu padre William. Y debes asumir al trono inmediatamente.

La joya del mar ║A love storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora