Capítulo 22

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Julian.

Cuando finalmente abren la puerta, ni siquiera miro quien lo hace. Corro hasta llegar a cubierta. Enseguida, por el ambiente, noto que está todo bien. La tripulación se pasea de un lado a otro, sonriendo y hablando entre ellos. Solo logro distinguir pequeñas partes de conversaciones.

—Sí, pobres.

—Yo nunca haría eso.

—Los panes estaban ricos.

Aquello me deja más confundido y, cuando miro para atrás, veo que Katarina ya está subiendo con Marcus a su espalda. Voy a su alcance inmediatamente, no debí alejarme así. Después de todo, soy su guardia, no del resto. Además, con lo que pasó antes...

—Si yo sé hacerlo, y debo hacerlo, debiste dejarme.

Me pongo al lado de Marcus y le susurro: —¿Qué diablos sucede?

—En situaciones como estas, no me encierren nunca más. Yo tengo que estar allí, con la gente. Con nuestra gente. Con mí país.

—Sí, señorita.

Mi cara debe ser un poema porque Marcus se vuelve hacia mí y me explica: —Ha venido un barco a solicitar ayuda y se la hemos dado.

—Un barco a solicitar... ¿No nos han robado?

—Por supuesto que no. Se los hemos entregado nosotros.

¿Qué?

Me quedo quieto y Marcus, quien parece que continuó hablando solo, voltea la cabeza y me mira.

—¡Ven!

Pestañeo varias veces y miro alrededor. Les han entregado cosas... ¿A qué se refiere? ¿Y por qué antes hablaban de los panes? No tiene nada de sentido todo esto. Absolutamente nada.

No sé bien por qué pero, de un momento a otro, Katarina está frente a mí.

—¿Estás bien? —Me dice. Marcus está detrás de ella, con los ojos muy abiertos, como si estuviera nervioso por lo que yo fuese a responder.

»Nunca hubo una verdadera amenaza. Solo era un barco de Glaikea que había quedado varado.

—¿Varado?

—Por la lluvia. —Me explica Marcus. —Parece que necesitaban velas, que se les habían arruinado, y provisiones.

—Provisiones sí. Les dieron alimentos y bebida. No tenían nada. La tormenta les arruinó todo. No hay una amenaza, ¿entiendes? No hay ningún barco pirata.

—Ah. Perfecto.

Así que todo fue mí imaginación y por mí culpa, Katarina terminó revelándome cosas que no quería.

—Lo siento.

—¿Por qué...?

Siento a uno de la tripulación chocar contra mí y disculparse mientras se ríe. Alec creo que se llamaba.

—Nada. No importa, señorita.

Ella asiente y gira en redondo. Sigue caminando hasta llegar a la proa y ve el barco que se aleja en el horizonte con nuestras velas que teníamos guardadas.

—Ni bien lleguemos a puerto, les enviaré una carta para saber si llegaron bien.

—Perfecto, señorita. —Decimos al unísono con Marcus.

La joya del mar ║A love storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora