Julian.
Tan pronto como me di cuenta de lo que estaba a punto de hacer, me separé. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué diablos iba a hacer? ¿En que estaba pensando? ¿Cómo es que mi corazón y mi cuerpo casi habían actuado antes que mi mente? ¿Cómo es que ni lo había pensado? En lo mal que estaba. En las consecuencias que podría traer. En que no debería besarla. En que no debería ni mirarla del modo en que lo hago. Ni pensar las cosas que pienso.
Había traspasado un límite. Esto ni siquiera está en las reglas que te dan a seguir cuando empiezas a ser guardia de seguridad porque es algo inimaginable. Es algo que no está escrito pero es claro que no se puede hacer.
—Disculpa. Disculpa. Mil disculpas. —Me corrí a un costado y me pare sin esperar respuesta de ella. Le ofrecí la mano para pararse pero lo hizo sola. Tragué saliva y miré para un costado.
Y yo... Simplemente corrí. Esta vez, no para molestarla y que me atrape. No. Esta vez, no quería que me atrape. Corrí y corrí. Salí de la sala sin siquiera una respuesta de ella. Salí del Palacio mismo.
No tengo ni idea de si alguien me miró, por cómo corría, porque ni me sentía allí mismo. En ese momento, estaba en la estratósfera y en el infierno al mismo tiempo. Era como si... Me sentía muy por encima del cielo por lo que había hecho, pero a la vez, me sentía de lo peor. ¿Cómo había podido siquiera pensarlo? ¿Cómo había podido intentarlo? ¿Qué se me había pasado por la cabeza? Claramente nada, porque no pensé. No pensé. Debí hacerlo. Debí hacerlo a tiempo. Antes de estar a centímetros de ella y que quede claro lo que iba a hacer. Mucho antes. Debí haberme aguantado las ganas de abrazarla incluso y simplemente levantado junto a ella.
Pero es que... Todo lo que uno debería pensar, sobre no traspasar límites y querer besar a una princesa siendo que no es de mi clase social porque esta, claramente mal, lo olvidé por completo. De verdad. No es que mi mente estuviera en blanco. Al contrario, no dejaba de pensar en ella. En sus ojos. En su aliento. En sus labios. En la idea de rozarlos. En la idea de envolver mis brazos alrededor de su cuerpo y atraerla. En la idea de juntar mis labios con los suyos y cumplir con la promesa que me hice una vez hace mucho tiempo. Que encontraría el amor alguna vez. Que lograría encontrarlo aunque costara. Aunque nunca lo había visto con mis propios ojos. Aunque me cueste la vida. Lo encontraría.
Como sea, tengo que olvidarme de aquella promesa.
Además, ella ni me miró. Ni dijo nada. Ni siquiera aceptó mí mano para pararse. Debe despreciarme por lo que casi hago. Seguro se siente como un objeto. Seguro piensa que todo este tiempo ni importó para mí y que solo quería esto. Estar con ella. Seguro piensa que la usé. Cómo se me cruzo por la cabeza algo así...
La cuestión es, que yo me desprecio más que ella a mí. Mucho más.
Corro y corro hasta que llego a las inmediaciones del bosque y, luego de un largo rato que ni recuerdo, llego al puerto.
De un momento a otro, me choco con alguien. Freno. Me doy la vuelta y me llevo una sorpresa al notar que es Magnus. Estamos frente a nuestro barco y aun es de día. Debería estar trabajando, enseñándole a la princesa a defenderse por sí sola. Debería haberme quedado y hoy a la noche trabajado. Pero ya... Ya perdí el trabajo. Seguramente. Ya lo perdí todo con lo que acaba de suceder. La perdí a ella. A veces, por más ganas que se tenga de traspasar los muros, no hay que hacerlo. A veces, desobedecer las órdenes no está bien. Y debí haber actuado conforme a la moral correcta.
—¿Julian? ¿Qué haces aquí? —Me toma de los brazos y me observa de arriba abajo. —¿Estas bien?
Sonrío y finjo que nada de lo que recién pasó, pasó en realidad.
—¿Qué? ¿Tan mal me veo?
—No... ¿Qué haces aquí? ¿Te largaron antes?
—Sí. Han notado que estoy enfermo así que...
—¿Estas enfermo?
—Si estoy con algo de tos y resfrío. Pero nada grave. Oye, estoy cansado. Creo que me iré a acostar.
—Bueno. —Él asiente, pero luego pone su mano sobre mi frente. —No tienes fiebre. Bien. Pero estas... Un poco pálido. ¿De verdad estas bien?
—Si si. Solo necesito dormir.
—Ok. Ve. Elías salió a pescar con Niklas. Así que...
Genial. Si él estuviera en el barco, seguro lograría sacarme la verdad. Aunque seguro Magnus me dijo eso solo para que no esté cerca de Elías y no lo contagie. Que ya bastante mal la pasó durante mucho tiempo.
—Bueno.
Me dirigí al barco y no salí de mi alcoba durante un mes.
—Toma. —Dice Elías apoyando en el piso el único plato de aquel día. Sé que si a mí me dan esto porque estoy enfermo supuestamente, los de arriba están comiendo mucho menos.
—No. Cómanlo ustedes, no tengo hambre hoy.
—Tienes que comer...
—No tengo hambre.
—¿Y? Cuando yo estaba como tú, me decías que coma y obedecía.
Me muerdo el labio inferior. Comienzo a sentirme bastante culpable por mentir. Por mi culpa, el resto sale el doble a buscar dinero o comida. Hasta Elías estuvo saliendo un montón, por lo que sé.
—¿Sabes? Ya me estoy sintiendo un poco mejor estos días... Mañana saldré. Volveré al... Trabajo.
—¿Volverás? ¡Qué bueno! Así te pagan por la licencia que te tomaste.
—Si...
Solo que no estábamos hablando del mismo trabajo.
Al día siguiente, salí a primera hora. Esa era una de las mejores. La gente iba con cajones llenos de muchas mercaderías y era sencillo robarles porque tenían las manos llenas. No me enorgullece saber eso y hacerlo, pero... Era una forma rápida de compensar por todo lo que no brindé durante un mes en el barco.
Salía todos los días, hasta que empecé a salir en las noches también, cuando no fue suficiente recolectar comida y dinero durante poco tiempo.
Lo que me gustaba de cada mañana, o cada trasnochada, era ver el sol saliendo y las calles llenas de hojas naranjas por el arribo del otoño. Eso, me engañaba por momentos y me hacía pensar que lo que hacía estaba bien, porque obtenía el premio de aquella hermosa vista.
Esta noche en específico, tenía que robar si o si porque durante el día no recolecté nada. Y los chicos no habían pescado casi nada. Ese día, estábamos sin comida. Y ayer, habíamos comido tan solo un pan entre todos porque... También había estado difícil.
Así que ahí estaba. Pidiéndole a un tipo grande que me dé su billetera. Me recordaba a Lennart, el tipo que nos cuidó durante mucho tiempo a Elías y a mí. Y... Me dio mucha pena estar robándole.
—No te voy a dar nada. —Me responde dando unos pasos para atrás y mirándome con el ceño fruncido.
—Tiene que... Deme el dinero que tiene o lo mato. —Era una amenaza que claramente no iba a llevar a cabo porque nunca había matado a nadie y no quería hacerlo.
Sin embargo, sirvió para que, a la luz de la luna, se ponga todo colorado y saque su monedero. La tomé rápido y me di vuelta.
Empecé a correr cuando escucho una voz en mi espalda que me hace frenar sin poder evitarlo.
—¿Julian? —Dice Katarina.
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La joya del mar ║A love story
RomanceElla en la seguridad de su Palacio, no se espera que 5 años luego de un ataque de piratas, uno de ese grupo llegue como su nuevo guardia de seguridad. Debería no contratarlo. Debería... Él debería no aceptar el trabajo. Porque la odia y odia todo l...