Capítulo 11

20 3 0
                                    

Katarina.

—Katarina. —Escucho una voz a mí espalda.

Me quedo helada hasta que reconozco de quién se trata. Julian llega a mí lado y noto como el viento azota su cabello y sus ropas. Está vestido... Extraño. Casi se parece más a la primera vez que lo vi, aunque han pasado varios años de aquello. Lleva puesto una remera blanca de manga larga, como si de una camisa de dormir se tratase, y una bermuda marrón que llega un poco por debajo de las rodillas. No sé cómo hace para estar tan desabrigado y no sentir el frio. O al menos, no parecerlo. En su cabeza, lleva un pañuelo rojo que se lo saca ni bien me ve.

Me hace una reverencia y entonces noto que, al lado suyo, hay otro joven. Parecen de la misma edad pero el otro tiene cara un poco más aniñada. Llevan casi los mismos ropajes, solo que el desconocido, también tiene unos tirantes del mismo tono que su pantalón. A pesar de ser la piel un poco más oscura, se le notan sus mejillas un tanto sonrosadas. Quizás por correr.

—Hola. Mucho gusto. —Le digo al que no conozco, sonriéndole. Trato de evitar formalismos que debería seguir porque no quiero que me traten así acá afuera. Ya no.

—¿Hola? —Exclama Julian, algo exaltado. —¿Solo dices hola? Primero, ¿Qué haces aquí? En la playa y... No solo eso sino que FUERA DEL PALACIO. Sola, para colmo.

—Me acordaba el camino así que...

—No puedes venir sola. Vamos, te llevaré de vuelta al Palacio. —Me toma del brazo para que empiece a caminar y yo me suelto.

—¡NO!

—Te puede pasar cualquier cosa y venís solo para contrariar a los del Palacio.

—No es así. Y no estas autorizado a hablarme de ese modo.

—Jules...

—Ahora no, Elias. —Dice sin mirar al joven— Y además, ¿Dónde está Marcus?

—Le dije que iba un rato al invernadero, que no me siga.

Él suelta una maldición.

—Iremos al palacio. Ya. —Me toma del brazo, algo enojado.

—Te he dicho que no. —Me suelto de su agarre.

—Sí, iremos.

—¡NO!

—Te puede pasar cualquier cosa. —Expresa mirándome a los ojos. Casi hace que le haga caso. Tiene una manera de mirarme... Como si le importara de verdad y no fuera solo por el trabajo.

—Bueno... Ya no. Estas aquí y eres mi guardia. —Le recuerdo, no su posición, sino que él sabe cómo defenderme, en todo caso, ante cualquier amenaza.

—Eres... Eres... —Cierra su mano en un puño dirigido a mí y parece que va a soltarme algún improperio pero se contiene.

—¿Qué? ¿Quieres decir algo y...?

—¿Sabes qué? Sí. —Me corta y sus ojos tan intensos de buena manera, de hace uso momentos, se borran. —Eres tan despreciable. Puedes estar protegida por las murallas de tu casa, que resulta ser el Gran Palacio, y aun así, lo desaprovechas totalmente. Vienes aquí solo a correr un rato por la arena y nadar en el mar. Puede pasarte cualquier cosa y no te importa nada. No te importa que si te pasara algo, le echarían la culpa a Marcus o vaya uno a saber, que se enteran de que yo te vi y me culpan a mí. Y yo... Y yo... Por Dios y la Virgen. ¿Puedes, aunque sea, pensar en los demás?

La joya del mar ║A love storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora