Capítulo 19

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Katarina.

Julian me suelta del susto –aunque despacio para no generar ruido– y escuchamos, atentos. Habíamos oído pisadas, pero luego ya nada más.

Si alguien nos encuentra aquí, quien sea, estamos muertos. Siento como se me pone la piel de gallina del frio a pesar de que hace dos segundos estaba hirviendo.

Es entonces, cuando escuchamos risas. Parecen... De mujer. Son dos, no tres. Hay tres personas a pocos metros de nosotros y lo único que nos protege de ser descubiertos in fraganti, es una puerta. Contengo el aliento.

—No, pero enserio. —Dice una voz. Voz que escuchamos un poco más cerca—. ¿No creen que es injusto? Ella puede hacer lo que sea y...

—Sí, lo es.

Esta vez, noto de quien se trata. Es Ava, mi dama de compañía. Y el resto... Deben de ser otras de sus compañeras. ¿Pero qué hacen justo allí? A esas horas y... ¿De qué están hablando?

No sé por qué presiento que hablan de mí. Ya he escuchado comentarios como ese sobre mí. Incluso, minutos antes, hubo uno de parte de Julian.

Claro que sé que no todo gira en torno a mí pero... Es una posibilidad que estén hablando de mí. Pero eso solo significa que saben lo nuestro. Que saben esto. Que saben que Julian me atrae y por eso dicen que es injusto. Se me hiela la sangre de solo pensarlo. Si ellas saben... Estamos realmente perdidos. Aunque sean mis damas de compañía y confíe en ellas. Si saben... ¿Por qué no lo contarían? Seguro que nos vieron entrar y...

Kimberly es la próxima en hablar y corta mis pensamientos. En ese momento me doy cuenta, de que ella había sido la que habló primero.

—Encima ni siquiera ha validado su matrimonio con Stephan, sigue siendo virgen.

Me sorprende. Así que... ¿Eso es lo que piensan? Aunque creo que es lo que cree toda la nación. Cierro los ojos con fuerza esperando que esto no esté pasando. Pero lo está.

—Por eso, ni le importamos. No se preocupó ni un poco por la Nación. —Coincide Ava.

No puedo creer lo que estoy escuchando. Ellas, mis damas de compañía, a quienes conozco desde hace años y siempre me han tratado bien... Ahora están diciendo esto. Pero lo que más me duele, no es la traición. Es el hecho de que crean que no me importan esas cosas.

—Sí. —Escucho que dice una tercera voz, que identifico como Rebecca.

Esto es inaudito. Debería despedirlas. Debería hacerlo ya. O por lo menos salir y defenderme. O por lo menos...

Sin embargo, me contengo y no abro la puerta. Ellas no saben que las estaba escuchando y además si salgo ahora de aquí... Y ven con quien estoy... Mejor no.

—Y encima no se digna a casarse de nuevo y darnos un heredero digno. —Prosigue Kimberly.

Clavo las uñas en mis palmas. Tengo ganas de gritar. No gritarles cosas sino, simplemente gritar. Sé que si les digo la verdad respecto a los niños, será una mala idea. Una muy mala idea. Así que no lo hago. No hago absolutamente nada. Solo me quedo ahí. No miro a Julian porque no puedo hacerlo. Me avergüenza hacerlo. No sé qué estará pensando de todo lo que escuchó y no quiero saberlo.

Cierro más los ojos esperando que se alejen y, parece que mis súplicas son escuchadas porque se oyen unos pasos y luego, nada. No más voces. Pasan unos cuantos minutos, cuando finalmente abro los ojos. Pero no miro a Julian. Solo observo el suelo.

—Creo que ya se fueron. —Dice él y puedo notar como me toma de la mano. Me suelto.

—No me sigas. —Susurro y salgo del cuarto. Al ver que no hay nadie afuera, en el invernadero, agrego sin volverme a verlo: —Esto no se puede repetir. Es muy arriesgado.

No escucho su respuesta y simplemente me voy. Me encierro en mi cuarto y, después de mucho tiempo, lloro contra la almohada.

Lloro porque ellas nunca van a entender.

Lloro porque, por culpa de mi cargo, es que claramente no puedo hacer lo que quiera.

La joya del mar ║A love storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora