Katarina.
No saqué a los guardias por lo que le dije a Julian. Lo hice porque necesitaba estar con él a solas. Aunque me arrepintiera. Aunque haga algo realmente malo. Era como si el sol tuviera un imán y me atrajera. Sabía que me iba a quemar, pero lo necesitaba.
Pero después de todo, mi madre tenía la culpa. Ella lo había contratado para que me enseñe a defenderme y me había perjudicado sobremanera. No podía dejar de pensar en Julian. ¿Por qué me tenía que pasar eso? Hasta cuando no lo veía, pensaba en él. Y por Dios, es mi guardia de seguridad. MI GUARDIA. No debería ni pensar en él de ese modo. Ni siquiera pensar. Las otras princesas ni se saben el nombre de sus guardias. Y después estoy yo.
Luego de una sesión en la que le hago una pregunta estúpida, decido que la próxima será la última. Le demostraré a mi madre, como sea, que ya estoy lista para defenderme sola y se acabó.
Porque lo cierto es, que el miércoles pasado pasó una situación un tanto bochornosa y no tengo ni idea de por qué sucedió.
—¿Alguna vez te enamoraste? —Le pregunté como si de un amigo íntimo se tratase.
—Sí, creo que sí. —Respondió dubitativo. —¿Y tú?
—No.
—Pero el príncipe con el que...
Solté una risa contenida. Me reí. En frente de Julian, sobre mi marido fallecido.
—El príncipe. No. Quiero decir, me llegó a gustar, claro que sí. Pero... ¿Amor? No sé qué es eso supongo. —Mi mente me decía que me calle pero no obstante, decidí que eso no era lo más correcto y continué hablando: —Y no creo saberlo nunca. Eso no está destinado para mí... ¿Y... Qué paso con esa chica? ¿Sigues enamorado?
Pasaron unos segundos que me parecieron eternos, cuando finalmente respondió, sacándome toda pequeña esperanza que tuviera.
—Sí.
Así que, definitivamente, decidí que luego de terminada esta sesión a la que estoy yendo, le diré que esta es la última y que le diga a mi madre que ya es suficiente.
—Buenas tardes, alteza. —Dice él, aunque no hay nadie más en la sala más que yo y él.
—Buenas tardes.
—Bien. Estira, calenta y empezamos. ¿Está bien?
—Si...
—Hoy entrenaremos como si tu oponente tuviera un arma. —Dice luego de que termine el trote cotidiano. —Donde veas que tiene un arma detrás, tienes que saber que no guarda buenas intenciones, a menos, claro está que se dedique a eso. En todo caso... Te voy a enseñar a quitársela.
—¿Tú tienes? —La pregunta sale de mis labios antes de siquiera pensarla.
—Por mi trabajo, sí. Llevo una pistola, pero no cuchillo o espada.
—Ah.
—En verdad, encuentro a las pistolas como un gran invento nuevo del hombre. Es mucho mejor que las espadas. Se puede disparar a distancia. Sn embargo, con la espada o cuchillo, se puede tener más agilidad. Al menos yo... —Se frena y mueve la cabeza de un lado a otro. Sus rizos flotan y se mueven como pies al bailar. —Como sea —dice porque debe de sentir que me estoy aburriendo aunque no es el caso—, si tu atacante tiene un arma, lo primero que tienes que saber es que no debes intentar quitársela directamente. Sino que agarrar su mano.
Asiento observándolo atenta. Si esta será la última vez, para olvidarlo para siempre, al menos quiero disfrutar el momento.
—Bien. Intentémoslo. Yo tengo un arma acá. —Dice subiendo su mano derecha sin nada pero cerrada en un puño como si estuviera agarrando un arma imaginaria. La apunta frente a mí. —¿Qué haces?
—Mmm. —Me le acerco y tomo su mano de costado y la tiro para abajo. Es en ese momento, que por el impulso él se acerca un poco a mí y quedamos como agarrados de la mano, frente a frente. Trago saliva y me alejo. —¿Está bien?
—Sí. Aunque quizás tienes que ser más rápida, porque el atacante puede ver lo que queres hacer antes de que lo hagas.
—Claro.
—Lo vamos a intentar de nuevo. —Dice y me tortura haciéndolo cinco veces más.
—Bien, ahora, suponete que alguien te tiene contra la pared, apuntándote con un arma. ¿Qué harías en esa situación? —Dice luego de imitar eso y acorralarme contra la pared más cercana. —Usando uno de los trucos que te enseñé hoy.
Me lo quedo mirando y recuerdo la vez que hizo como que me ahorcaba y tan solo eso me revolvió el estómago. Pero no para mal, para bien.
—Emm
—Recuerda lo que te dije. No pienses en el arma en sí. Sino, podría lastimarte si vas directo al arma, al cuchillo o pistola que tenga.
—Si... —Miro mis manos que están entre su cuerpo y la pared. Saco una como puedo, y la llevo directo hacia su mano, haciendo para un costado, como que le quito el arma imaginaria.
Él me sonríe, orgulloso. Como si de verdad le hubiese quitado un arma.
—Bien.
Se aleja y salgo de su encierro que ya me estaba poniendo nerviosa.
—Una última cosa. Intenta sacarme el arma, sin utilizar nada de lo que te enseñé. —Dice y empieza a correr de la nada. En tan solo segundos, se aleja unos cuantos metros de mí. Lo corro hasta estar a su altura y él vuelve a correr alrededor de la sala.
Lo persigo, divertida, hasta que después de un rato, logro alcanzarlo y lo tomo de su camisa hacia atrás. Hago que se caiga, sin tomar en cuenta que, como lo tengo agarrado de la camisa, yo caigo con él contra el suelo de madera.
Pero entonces, sucede que, se me para el corazón por completo. No solo caigo con él. Caigo sobre él.
Frente contra frente. Nariz contra nariz. Veo hasta los poros de su piel. Hasta las pequeñas imperfecciones que para mí no lo son. Y nuestras respiraciones, ambas, se mezclan entre sí, en un círculo vicioso que parece no acabar nunca. Que parece durar una eternidad. Y a la vez, tan solo milésimas. Y a la vez, es como si las manecillas del reloj se hubieran frenado. Como si el tiempo y el espacio no existiesen.
Tomo aire. Su aire. Y me muerdo el labio inferior para no decir lo que en verdad quiero decir y no hacer lo que en verdad me gustaría hacer. Porque... Nunca estuvimos tan cerca como ahora y de verdad, siento una necesidad inmensa de tomar el impulso y hacer algo que no debería.
Pero no lo hago. No lo hago porque no puedo. Porque no debo. Porque hacerlo, implicaría destruir todo. Implicaría romper a la Nación, perjudicarla. Implicaría decepcionar a mi madre. A mi padre. A mi propio ex marido. Implicaría decepcionar a todas y cada una de mis damas de compañía que tanto confían en mí. Implicaría decepcionar al país entero. A mis futuros hijos, los herederos al trono. Y decepcionar a los hijos de ellos.
En su lugar, guardo mis sentimientos en un cofre cerrado debajo del mar. En un cofre del que nadie, ni el más experto nadando, puede llegar. Guardo mis sentimientos, impulsos y todo lo que quiero decir, hacer y sentir. Por mí, por mi familia y por la Nación.
—Disculpame. —Susurro empezando a levantarme.
Lo siguiente que sucede, me hace creer que esto no es la vida real y que se trata de un sueño. Que mi mente me está jugando una buena porque... Oh, diablos. Esto tiene que ser un sueño. De lo contrario, no maldeciría.
Julian rodea con sus brazos mi cuerpo y me retiene contra él. Siento las yemas de sus dedos contra mi espalda. Se pasa la lengua por el labio inferior y luego se lo muerde. Me mira y, poco a poco, se acerca más a mí, a mis labios.
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La joya del mar ║A love story
RomanceElla en la seguridad de su Palacio, no se espera que 5 años luego de un ataque de piratas, uno de ese grupo llegue como su nuevo guardia de seguridad. Debería no contratarlo. Debería... Él debería no aceptar el trabajo. Porque la odia y odia todo l...