Capítulo 10

21 3 0
                                    

Julian.

—Es por aquí. —Le indico al señor Jönsson subiendo a la escalera que une al puerto con el barco. El viento azota su saco oscuro y su cabello color ceniza.

El astro apenas se asoma en el horizonte y es mejor así. Todos, o al menos la mayoría se fueron al puerto por el día de hoy. Yo, por mi parte, se supone que en una hora debería estar trabajando en el Palacio. Pero aún hay tiempo.

El señor Jönsson lleva un maletín consigo y, cuando llegamos al camarote, lo abre sobre la mesilla de noche.

—Eyy, Jules, ¿cómo va todo con tu princesa?

Lo pateo despacio y se calla. Está claro que Elías sigue volando de fiebre porque sino no me haría esto.

De todos modos, cuando Magnus me pregunta: ¿Quién? ¿Estas con alguien? Yo solo niego con la cabeza riéndome y haciendo de cuenta que está desvariando. Aunque igual claro que lo está porque no estoy con nadie. Solo agradezco que Magnus no se dio cuenta que el término princesa era literal.

Me replanteo dejar de contarle todo mí día a día a Elías.

—Muy bien. ¿Qué es lo que tiene? —Pregunta el médico refiriéndose a Elías, mientras lo observa de lejos. No quiere agarrarse lo que sea que tiene a pesar de que ya le he dicho que contagioso ya no es porque lleva tiempo así, y yo ni ninguno de nosotros nos hemos contagiado.

—Resfrío, fiebre y tos. Constantemente desde hace bastante tiempo.

—Esos son los síntomas de la peste. —Da un paso atrás mirándome.

—Tuvo la peste pero ya no. Ya no es contagioso.

—De eso no estaría tan seguro... —Da otro paso.

—Enserio le hablo. Sino, yo y él estaríamos enfermos también. —Señalo a Magnus que está a un costado. —Y no lo estamos.

Elías mira toda la situación como si de algún partido de tenis sobre tierra se tratara.

—Eso no se sabe. Se han realizado estudios de que hay gente que es completamente asintomática y...

—Lo sé. —Lo corto.

Claro que lo sabía. Lo sabía de más. Si yo lo había sido y... Cierro los ojos y muevo la cabeza de un lado a otro refrescándome la mente. Tengo que convencerlo.

—Mire. Le juro, que hace años que él está enfermo y... No podemos dejar que baje la fiebre ya. Hubo un tiempo que sí, pero ahora hace días que mantiene la frente caliente.

—Emm —Da otro paso hacia la puerta.

—Por favor. —Suplica el mayor de nosotros.

—No puedo. Me puedo contagiar.

—Se supone, —mascullo— que usted es el mejor médico del país, diablos, y aun así es un inútil. Encima gaste todo mi salario en usted. Eres... Eres...

—Ya. —Me frena mi amigo. —¿Hay alguna manera de que nos pueda ayudar? ¿Algún consejo para que se recupere? ¿Algo...?

—Mmm, ventilación. Sí o sí. En este lugar, ni siquiera le da la luz del sol y este chico está extremadamente pálido como una hoja. Llévenlo a cubierta, abrigado y... Que le dé el aire.


Así que, como eso fue lo único que logramos que nos diga, eso hicimos. Y ahora Elías está cenando unas truchas junto a toda la tripulación. El ambiente es de celebración justamente por eso. Todos creen que esta mejor. Aunque lo cierto es que, a pesar de que el sol y el viento le hizo bien, sigue muy engripado y con bastante tos.

La joya del mar ║A love storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora