XXVII

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La venganza de Culebrita

 Susana se encogió de hombros mientras escuchaba las palabras de su prometido Culebrita. Ella sabía que los Armstrong no eran bienvenidos en la zona de lobos, incluso si ella no tenía poderes como ellos. Pero no podía simplemente esconderse en casa.

Con la mirada baja y triste, Susana vio a Culebrita caminar hacia ella con su hijo Alejandro en brazos. Ven, Alejandro. El pequeño estiro los brazos, ella lo agarró y acarició su espalda, tratando de consolar su llanto.

No llores, campeón, dijo Culebrita con un suspiro mientras abrazaba a su familia. Papá solo está un poco disgustado.

Susana se disculpó por su comportamiento imprudente e involuntariamente lo puso en riesgo a él y a su hijo. Culebrita besó a Susana y jugueteó con el cabello de su hijo, haciendo muecas para hacerlo reír. El niño comenzó a reír y causó que una pequeña planta en la cocina floreciera.

Mi niño precioso, exclamó Susana divertida, ¡ya parece una jungla aquí adentro gracias a ti!.

Cuidadosamente, Culebrita le pidió a Susana que se quedara en casa ese día. Quería hablar con Chankimha primero y volvería en dos días, como siempre lo hacía. Susana asintió con tristeza.

¿Cuándo podremos vivir juntos sin escondernos, Emiliano?, Preguntó ella con esperanza.

Culebrita le prometió que tan pronto como arreglara las cosas con Chankimha, encontraría la forma de que pudieran estar juntos. Pero primero tenía que asegurarse de que estuvieran a salvo. Con un beso y prometiendo llevar a Alejandro a correr por el bosque cuando volviera, Culebrita abrazó al niño y se lo devolvió a su madre antes de partir.

Susana agarró la mano de su hijo y saludó con entusiasmo mientras veían a Culebrita alejarse. Sabía que él haría todo lo posible para protegerlos.


Un rugido ensordecedor, como el estampido de un trueno en una noche tormentosa, fue lo primero que escuchó Culebrita al entrar a la casa de William. Una mueca de disgusto se dibujó en su rostro mientras observaba al dueño de la casa enfrentando a dos lobos delante de él.

¿Me pueden explicar cómo demonios permitieron que una Armstrong terminara en el vertedero?, preguntó William con indignación y desprecio. Los lobos bajaron la mirada, sintiéndose avergonzados por haber fallado en su tarea.

Al parecer lleva tiempo aquí. Vive en una cabaña remota y da clases en la escuela elemental, informó uno de ellos, tratando de justificar su error.

El otro lobo tosió incómodamente antes de hablar, ahogándose con su propia saliva. Sí-sí. Dicen que vive con un alfa llamado Emiliano, pero no hay nadie en el área con ese nombre, explicó tambaleándose.

Culebrita se movió inquieto, sintiendo la tensión aumentar en la habitación. Sabía que era parte del problema y no podía evitar sentirse culpable por no poder admitir la verdad.

No puedo creer que el enemigo esté aquí, a unos pasos de nosotros, murmuró William con furia contenida. ¿Saben si el hermano también ha venido hasta acá?

Ambos lobos negaron con la cabeza, temerosos. El más bajito de los dos contestó: El hermano no se aleja de su familia. Lo tenemos vigilado y de lo que hemos podido ver, ni siquiera está en contacto con su gemela. Está haciendo una campaña política para convertirse en gobernador de Bangkok.

Maldita sea, exclamó William golpeando la mesa con tanta fuerza que todos saltaron asustados. No permitiré que se repita lo que pasó con Mae. Iremos a confrontarla y que se largue de aquí.

Las GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora