6. Días oscuros.
Algunas noches lamento mucho no se capaz de cerrar los ojos y dormir. Dejarse ir, permitir que la mente divague, no es exactamente lo mismo que dormir, te relajas cuando tu día ha sido mediamente tranquilo, o cuando los problemas por los que pasaste -o estás pasando-, no son tan malos; si en cambio estos, incluso siendo humano, te quitarían el sueño, es casi imposible que tu mente no se desprenda de ellos. Es agotador. Tu consciente y subconsciente no logran desconectarse…nunca. Me acosté boca abajo y apreté la cara contra el colchón.
Bufé enojada conmigo misma por no ser capaz de controlarme, por tener tantas dudas y tantos miedos.
Volví a darme la vuelta. Absolutamente todas las posiciones me resultaban incomodas. La cama sin él no era nada, es más, permanecer tendida aquí no tenía absolutamente ningún sentido.
Pateé las sabanas y miré la hora. Pasaban tres minutos de la media noche.
Me senté sobre el borde de la cama y entonces lo sentí llegar.
Ya era hora- pensé.
Manoteé de la mesa de luz mi gancho de pelo. Retorcí mi larga cabellera formando un rodete y la sujeté en lo más alto de mi cabeza. Moría de calor y eso no tenía nada que ver con la temperatura ambiente; el calor lo generaba mi propio cuerpo, de repente me entraban unos sofocos insoportables en lo que comenzaba a sudar a mares igual que si estuviese menopaúsica (cosa que jamás me sucedería porque nunca envejecería). Así, en mi vieja camiseta musculosa de dormir, y unos cómodos shorts de algodón, bajé a recibirlo (descalza por supuesto, pisar sobre el piso frío era de gran ayuda a la hora de intentar refrescarme un poco).
Bajé a toda prisa. No tuve necesitad de encender la luz del hueco de la escalera principal para no tropezar con los escalones, con el brillo lunar que entraba por el ventanal de colores, era suficiente, es más, con esta luz, la antigua lámpara de la casa de los padres de Vicente, se veía aún mejor, verla por primera vez, luego de cambiar, fue una experiencia impresionante que nunca olvidaré. Así como lo fueron muchas cosas, entre ellas: hacer el amor, sentir el agua corriendo por mi piel, la lluvia y el sol sobre ésta; reír, inspirar el aroma de la piel de Vicente, abrazar a mi padre, comer comida preparada por mi madre, andar descalza por el pasto, el primer amanecer, mi primera taza de café aquella gloriosa mañana a la que entramos juntos en el primer día de mi nueva vida. Tantas cosas se volvieron increíblemente maravillosas y abrumadoras. Es decir, antes también lo eran, sólo que yo no era capaz de darme cuenta de eso. Cuanto nos perdíamos los humanos por no ser capaces de percibir el mundo de este modo tan maravilloso. Supongo que no lograríamos sobreviví ni una semana bajo esas condiciones conservando nuestra humanidad. El primer mes y medio para mí fui increíblemente difícil; acostumbrarse a una nueva fuerza, a un nuevo aspecto, a una forma completamente distinta de percibir las cosas puede sonar fácil, pero no lo es.
Igual que siempre, con la planta de mi pie izquierdo, sentí la irregularidad que tenía la madera del último escalón.
Un suave cosquilleó sobre los brazos me trajo el olor de lluvia. Dentro del aroma a tierra y madera mojadas, a pasto y a todo lo demás que la lluvia tocaba en algún lugar de la ciudad, vino mezclado su perfume. Mi necesidad de él se hizo física, lo sentí en el pecho y en el estómago. Su aroma me guió a la cocina.
No me sorprendió encontrarlo a oscuras.
Puse un pie dentro de la cocina. La puerta vaivén se bamboleó a mis espaldas.
La mesa estaba vacía. Inmediatamente giré la cabeza. Lo encontré junto a una de las heladeras, con un vaso de agua en las manos.
Sin pronunciar palabra, caminé hasta él. Me siguió con la mirada. De un salto me senté sobre la isla central. Su mano continuaba cubierta por una venda (una limpia).
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"Los caídos" cuarto libro de la saga "Todos mis demonios".
ParanormalCuarta parte de la saga "Todos mis demonios". Eliza se enfrente a una nueva realidad que superará todas sus expectativas. El mundo de los demonios continuará sorprendiéndola hasta lo inimaginable. ¿Soportará su relación con Vicente las nuevas verda...