"Los caídos" cuarto libro de la saga "Todos mis demonios", cap. 42

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42. Nueva raza.

Mis oídos quedaron zumbando luego de oír toda la historia de mis labios. El inquietante silencio resultante encogió el espacio a nuestro alrededor. La reacción quedaba justificada, mis palabras sonaron inverosímiles hasta para mí. A una pesadilla, a eso tenía gusto esto.

- Mierda- jadeó Lucas contemplándome con cara de pasmo. Los colores se le borraron del rostro hasta dejarlo igual que una fotografía en blanco y negro.

Gaspar apenas si logró pronunciar mi nombre, decir que había quedado perplejo por la revelación era quedarse corto. Incluso me pareció notar que siquiera respiraba, se había quedado muy quieto, con sus ojos ámbar fijos en el colgante que pendía de mi cuello. Sí, la joya era tan bella que de por sí, ejercía un efecto hipnótico, mas el encandilamiento de cabeza del clan Salleses se debía sobre todo, al origen de la misma.

- ¿Estás segura?

Anežka se veía mortificada.

- Sí-. La voz me tembló ligeramente. Quizá los demás no lo notasen, en mi interior una luz titilaba, igual que una bombilla antes anticipando un corte de electricidad.

- ¡¿Qué mierda vamos a hacer ahora?!

Lucas tan elocuente como siempre- pensé.

- Es decir…no creo que debamos contárselo a ningún otro de los nuestros. Podrían intentar tomar represalias contra ti, después de todo sí eres…

- No, no vamos a pedir ayuda a los nuestros- lo interrumpió Vicente-. Dudo que podamos confiar en nadie más. Creo que sería imprudente arriesgarnos por más que podamos llegar a necesitar ayuda. Seremos solo nosotros, como siempre.

- Nosotros y el resto de la familia-. Lo corrigió Gaspar-. No esperabas que el hiciese caso a Eleazar.

Puff, claro que no- rezongué dentro de mi cabeza; eso era básicamente, pedirle que fuese alguien quien no era, pero por unas cuantas horas mantuve viva la esperanza de que en verdad hubiese decidido mantener a sus hijos al margen de este nefasto lio infernal.

- Anežka-. Al pronunciar su nombre, mi sangre se enfrió dentro de mis venas-. La decisión es tuya, llegó el momento, si no quieres hacerlo, no pienso retenerte aquí por más tiempo. Si quieres largarte, este es el momento, lo más probable es que lo que venga de ahora en más, no sea nada bueno. Nadie te recriminará nada si te largas y regresas a tu vida de antes, es más, creo que yo me quedaría más tranquila si lo hicieses, pero si escoges quedarte, continuar siendo humana es un riesgo innecesario que no permitiré que continúes corriendo-. Me llevé las manos a la espalda y apreté los puños con fuerza hasta que las uñas se me clavaron en las manos. Estos podían ser sus últimos minutos de humanidad. Me esforcé por retener su aspecto en mis retinas; en su mirada era imposible detectar cualquier rastro malicia; a simple vista resultaba imposible identificar las marcas que en ella imprimieron sus visiones y la vida que éstas le obligaron a llevar hasta que nos conoció, hasta que por fin supo que no estaba loca, que el mundo era al cual como lo veía, y no como lo veían el resto de los seres humanos.

Probablemente la vulnerabilidad se le borraría del rostro en cuestión de horas; jamás olvidaré la primera vez que me vi al espejo luego de cambiar, por un instante no me sentí yo misma, y por más que ese reflejo era agradable de contemplar, acarreaba un futuro demasiado denso y para nada sencillo. La verdad es que en ese momento no imaginé que sería tan pero tan complicado. Ojalá Anežka no sufriese demasiado.

- Irme…No pienso abandonar esta casa al menos que sea con ustedes. Gracias por darme la oportunidad de largarme; no pienso tomarla-. De un empujón apartó su silla y se puso de pie-. Hagámoslo en este instante, hay muchos traseros de Nefilim que patear.

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