"Los caídos" cuarto libro de la saga "Todos mis demonios" cap. 10

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10.      Ángeles de fuego.

El teléfono sonaba. Arrojé mis cosas sobre la mesada y fui directo a atender. - ¿Hola?-. El entusiasmo por oír la voz de Vicente se me escapaba por los poros. Un par de segundos me habían bastado para imaginar que tal vez Gaspar ya hubiese tenido tiempo de contactarse con él, y por eso, ahora me devolvía el llamado a mí. Que me anunciase que regresaba a casa era todo lo que yo deseaba para sentirme mejor.

- Soy yo.

- Lucas.

- Por la decepción en tu voz imagino que esperabas que fuese él quién llamaba.

No tenía caso negarlo.

- Hablé con Gaspar hace cinco minutos, me contó lo sucedió, también explicó que regresabas a casa con Anežka. Quería saber si necesitabas ayuda. Estoy libre y si quieres puedo ir a pasar la noche allí…para que no se queden solas, digo. Tal como están las cosas…

Titubeé, me agradaba la idea de tener compañía no obstante, no la de encontrar más problemas, y si Lucas volvía a la carga sería justamente eso lo que se plantaría frente a mí.

- Prometo que me comportaré, iré en calidad de amigo, lo prometo- soltó tal si a la distancia, leyese mi pensamiento-. No soy tan tonto, me di cuenta que me evitas.

La intención era pronunciar su nombre pero no me salió más que un balbuceo incomprensible.

- Ok, cómo sea. No es buen momento para discutir eso-. Se tomó un segundo-. La cuestión es que no me agrada la idea de que se queden ahí solas las dos. Gaspar todavía no logró ponerse en contacto con Vicente, y como no tenemos ni la menor idea de dónde se encuentra o qué piensa hacer, lo más probable es que no debamos esperarlo por lo menos, hasta mañana.

- Quiero que vengas-. No me limité a simplemente aceptar su propuesta, si no a pedirle que viniese-. Por favor.

- Yo quiero ir.

- Bien, aquí estaremos.

Anežka me hizo señas de subir a su cuarto y yo asentí con la cabeza para dejarla salir.

- Bien- inspiró hondo-. Nos vemos en un rato.

Cuando me despedí de él sentí algo extraño en el estómago, imposible de definir si era bueno o malo. Colgué el teléfono y fui hasta mi cartera. Saqué el celular; ni mensajes ni llamados. Marqué su número, me saltó el contestador.

- Hola, soy yo, probablemente antes de este llamado hayas oído media docena con la voz de Gaspar. Regresa a casa, por favor. Si existe la menor posibilidad de que esa mujer pueda curarte bien vale la pena. Regresa, estoy segura que podemos resolver esto juntos-. Tragué en seco-. Te amo-. No habiendo nada más que decirle que pudiese convencerlo de volver, corté.

Menos de media hora más tarde, Lucas llegaba a casa cargando un bolso con todo lo necesario para pasar una semana aquí.

Preparé café y los dos nos sentamos a la mesa. Afuera en el jardín la noche caía. Sobre nuestras cabezas brillaba la luz anaranjada de la lámpara de vidrio semicircular de estilo años sesenta o quizá setenta, Vicente la había comprado por aquella época.

Conversamos un rato sobre Anežka, luego sobre lo sucedido en Canadá y finalmente (e irremediablemente), caímos en el tema que tanto me preocupaba.

- He oído algo sobre Marga, sinceramente no mucho, ni nada demasiado alentador- bebió café-, de todos modos si Gaspar considera que es una opción a explorar me parece bien que le pidan que los visite.

Me quedé mirándolo a los ojos.

- No tengo idea por qué Vicente no quiso verla.

No se lo pregunté mentalmente, él simplemente entendió que aquella decisión no tenía demasiado justificativo. Las cosas con Lucas simplemente eran así, las explicaciones sobraban.

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