"Los caídos" libro 4 de la saga "Todos mis demonios".

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Epílogo.

Mi madre murió esa noche en Francia.

Su ausencia dejó un gran vació en mí, uno que jamás se llenará, sin importar lo que suceda. Desde entonces no he parado de pensar en cuan distintas hubiesen podido ser las cosas entre nosotras dos. Me hubiese encantado que compartiese conmigo su vida de verdad, me hubiese encantado poder compartir mi vida con ella.

Sé que podríamos haber sido felices juntas, pese a nuestras diferencias, porque al fin y al cabo, lo que teníamos en común era mucho mayor, más transcendental. Ese lazo habría podido contra todo lo demás. Es una pena reconocer que ella jamás pudo recomponerse de lo sucedido con mi padre, sobre todo del hecho de haberse enamorado de él, y de que muy probablemente Eleazar continuase siendo el amor de su vida. Me angustia pensar que fue infeliz por no permitirse ver más allá de aquello que le enseñaron, de lo que se suponía un descendiente de arcángel Miguel debería ser. Fue víctima de un destino que le impusieron y del cual no pudo ni supo escapar.

Lo que pudo ser y no fue...lo que debió ser...

Mucho ha pasado en mi vida desde aquella noche sin embargo los recuerdos continúan intactos e imagino que así será por mucho tiempo, primero y principal porque me niego a olvidar de dónde vine y quién soy, y segundo, porque esa es mi vida ahora, ese es el mundo real para mí: ni más complicado ni más sencillo de lo que es para el resto de los mortales, sino simplemente distinto, un mundo en que ángeles y demonios no se encuentran separados por una clara línea divisoria, sino más bien dentro de un mundo de grises de infinitas tonalidades, porque dentro de todos nosotros mora tanto el mal como el bien y en nuestras acción es diarias, sale a relucir la fuerza que palpita dentro de nosotros con más ímpetu.

Tan poco claro está el límite que divide lo blanco de lo negro, que hoy por hoy existen en este mundo más de un demonio con algo de ángel y más de un ángel caído. Y eso no se debe solamente a herencias sanguíneas, el amor nos empuja a todos a cambiar, tal vez más de lo que hubiésemos elegido.

Cambiar más de lo imaginado puede ser un gran regalo.

- Tengo que irme ya-. Dijo Gabriel luego de sentarse a mi lado en la silla vacía. Dejó su copa de champagne sobre la mesa.

- ¿Tan temprano?- apunte con la cabeza en dirección a la pista de baile montada sobre el césped de la casa que volvía a ser nuestro hogar-. El baile recién empieza.

- El baile no es lo mío, creo que tengo dos pies izquierdos- me contestó sonriendo.

Reí con él; sabía que no estaba de humor para fiestas, menos para ésta fiesta, la de mi primer aniversario de bodas; aun así había asistido. No podía más que agradecerle eso, y el hecho de continuar aquí conmigo a pesar de todo. Lo cierto es que yo tampoco estaba de demasiado buen humor para esto, Vicente había sido el de la idea de reunir a toda la familia; para mi hubiese sido suficiente con una cena íntima, sin embargo concordaba con él en la idea de aprovechar el momento para agradecerles a todos por estar ahí con nosotros, tanto en las buenas cuanto en las malas.

- Bueno, por esta vez te lo dejaré pasar, pero me debes un baile- lo apunté con mi copa agua, tenlo pendiente.

- Claro, te lo debo, no me olvidaré.

- Más te vale.

Música de jazz comenzó a sonar. Vi que Lucas arrastraba a Anežka hasta la pista, ya bailando. Mi medio hermano se movía igual que si no tuviese huesos en el cuerpo. A Anežka se le pusieron las orejas y el rostro colorados de la vergüenza.

Julián les silbó burlándose de ellos, Petra lo hizo parar dándole un tirón de orejas (en la sonrisa de ésta última ya no quedaba ni rastro de la fea cicatriz. Leandro aplaudió y Gaspar y Diogo se carcajearon sin parar de balancearse al ritmo de la voz de Louis Armstrong y su tema "Whe you're smiling" uno de mis preferidos por aquellos días, adoptado de Vicente, después de su resucitada pasión por la música.

"Los caídos" cuarto libro de la saga "Todos mis demonios".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora