29. De profundis. En lo profundo.
Sentada sobre la alfombra, abracé mis piernas y dejé que el calor de las llamas le devolviese temperatura a mis manos y al resto de mi cuerpo. Cerré los ojos y hundí la cara entre las rodillas. Así permanecí, incluso cuando el calor comenzó a arder sobre mi piel luego de traspasar mis ropas.
- ¿Eliza?
Mis vertebras soltaron un desagradable crujido cuando alcé la cabeza y me di la vuelta para verlo llegar, cargando una bandeja abarrotada de cosas. Ver tanta comida revolvió mis tripas. No tenía fuerzas pero tampoco podría pasar bocado. Al menos la sed de almas de otros ya no era una acuciante necesidad, sino algo así como un dolor reflejo, una especie de contractura que sentía por sobre todo, en la espalda y el cuello, igual que si mi cuerpo estuviese oxidándose. ¿Sería eso lo que me sucedería: la rigidez se intensificaría al borde de impedirme movimiento alguno? Energía demoníaca contenida en un cuerpo inútil, reseco; a merced de la voluntad de otros, como un eco profundo en una caverna oscura y sin vida. Una luz que tarde o temprano acabaría extinta y olvidada cuando ya nadie pudiese sacar más nada de ella.
Gabriel colocó la bandeja sobre la mesilla.
- He mandado a Philippe a la cama.
No tenía ninguna objeción contra eso, en cambio…-: no es peligroso para él que nos quedemos aquí. Podrían habernos seguido, podrían encontrarnos.
- No, nadie nos buscará aquí. Además, no nos siguieron.
- No tengo idea de cómo hicieron para dar conmigo. Mi padre me visitó esta noche, crees que lo hayan seguido a él o que él haya revelado mi paradero.
Gabriel bajó los ojos y en el más completo silencio, sirvió té en dos tazas.
- No, nada de eso- contestó al fin-. Era yo quien los seguía a ellos. Me topé con ellos de casualidad y comencé a seguirlos, de repente apareciste tú, te sentí llegar, creo que fue entonces cuando ellos se percataron de mi presencia y luego de la tuya. Fue mi culpa. Casi te atrapan por una tontería mía.
- Al menos no fue mi padre.
Meneó la cabeza en señal de negación.
- Es un alivio-. La frase se me escapó y no fui consciente de ella hasta un par de segundos más tarde, cuando por culpa de la cara que puso Gabriel, caí en cuenta de que era mi propio reflejo de sorpresa en su rostro. Me sentía aliviada de que mi padre, mi verdadero padre, de quien yo llevaba sangre corriendo por las venas, no me hubiese entregado al enemigo.
Para salir de aquella incómoda situación en la que no deseaba estar, puesto que no tenía ganas de explicar o de pensar en las razones que me habían llevado a sentirme aliviada porque mi padre no me traicionase, le conté sobre su visita de horas atrás.
Gabriel escuchó atentamente mi relato y luego encerrándose dentro de su cabeza, con una taza entre las manos, bebió los primeros sorbos. Yo apenas si había podido pasar un trago de té y ahora mordisqueaba de a trocitos muy pequeños, un bombón de chocolate con relleno de avellanas que él me había obligado a tomar.
El chocolate se disolvía en mi boca mas yo me sentía igual de débil.
- Mi estado no se corregirá ni con chocolate ni con ninguna otra comida. Ayudaría si las circunstancias fuesen otras, sin embargo esto es más grave.
- Lucio creía que…
- No servirá de nada, Gabriel, a mí tampoco me agrada la idea pero así no llegaré a ninguna parte.
Soltó la taza sobre la mesa y se envaró irguiendo la espalda sobre el suelo ya que los dos nos encontrábamos sentados en el piso, sobre la alfombra.
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"Los caídos" cuarto libro de la saga "Todos mis demonios".
ParanormalCuarta parte de la saga "Todos mis demonios". Eliza se enfrente a una nueva realidad que superará todas sus expectativas. El mundo de los demonios continuará sorprendiéndola hasta lo inimaginable. ¿Soportará su relación con Vicente las nuevas verda...