"Los caídos" libro 4 de la saga "Todos mis demonios", cap. 37

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37. Desastre natural.

- No te preocupes, Eliza, encontraremos a tu madre.

- Claro que sí- lo secundó Lucas. Su voz sonó metálica, sintética y lejana a través del altavoz del teléfono celular de Vicente.

- Gracias a los dos-. Les dije de todo corazón. No me agradaba meterlos en este embrollo en el que sus vidas, por el simple hecho de saber la verdad sobre la existencia de nuestra contraparte en el universo, los ponían en peligro. Ningún demonio, ángel, arcángel o integrante de la hermandad debía saber que ellos estaban al tanto de la verdad, siquiera los Nefilim, anoche quedó probado que no son criaturas amistosas, obviamente odian a los demonios y a mí en especial, así que por ser mis amigos se ganaban unos cuantos puntos en contra.

Les costó asimilar la verdad. Lucas primero pensó que le gastábamos una broma y nos dedicó toda una variada serie de calificativos que pusieron de manifiesto su enojo, no porque lo dejásemos fuera de la verdad durante todo este tiempo, me imagino que más que nada aprovechó la oportunidad para descargar su frustración, la generada por las ideas y venidas entre él y yo, por su separación de Vicente, por todo lo que cambió nuestras vidas en este último tiempo.

Lucas hasta llegó a amenazar con buscar a Vicente y ponerlo en su lugar. Nos costó mucho calmarlo; Vicente y yo desde este lado de la línea pudimos hacer muy poco, quién más mérito se llevo fue Gaspar por supuesto, el mismo Gaspar tranquilo y meditabundo de siempre, que tomó con cautela nuestras palabras, escuchando con atención, preguntando para eliminar dudas. Fue un gran impacto para él, tal como lo era para todos nosotros demonios, sin embargo lo tomó con calma, asimiló las palabras bocado a bocado, comenzando a ver el mundo de una nueva manera, de la manera en que realmente era. Tal vez un poco más justo y luminoso gracias a la presencia de aquellas otras criaturas.

Lo que a ninguno de los dos les gustó oír fue la parte de los Nefilim, de la telaraña tejida por mi padre, de lo que Ciro me obligó a hacer y por lo que Vicente se hizo cargo. Todo aquello era bola de estambre repleta de nudos.

Lucas se puso hecho una furia cuando Vicente les contó sobre el accidente automovilístico que sufrí.

Más allá de todo, fue agradable escuchar sus voces.

- Llamaremos cuando tengamos novedades.

Volví a agradecerles y entonces Vicente quitó el “manos libres” y se llevó el celular a la oreja.

Afuera llovía a cántaros, caía agua a mares desde hacía una hora razón por la cual no se notaba que ya había amanecido.

- Por Dios- exclamó en checo-. Parece que te hubiese pasado un tren por encima.

Sus ojos hinchados de sueño abiertos de par en par me contemplaban con pasmo.

Corrió hasta mí.

- ¿Qué te hicieron?- extendió una mano para tocar mi rostro pero se contuvo igual que si temiese despertar el dolor. Su brazo dio marcha atrás. Sobre su pecho, se tomó la mano con la que pretendía tocarme.

- No te preocupes, ya estoy bien-. Fui yo quien la tocó a ella posando una mano sobre su hombro.

- No luce ve como si lo estuvieses- replicó acomodándose sobre uno de los banco altos del desayunador- mientras me contemplaba con el entrecejo fruncido. Parecía sufrir mi dolor-. Iba de pantalón pijama violeta y llevaba encima dos remeras superpuestas, una violeta de mangas largas y una negra de mangas cortas. Iba descalza y sin medias lo que hizo que a mí me diesen escalofríos, con el clima así destemplado y esa lluvia cayendo sentía más frío del que realmente hacía.  

"Los caídos" cuarto libro de la saga "Todos mis demonios".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora