8. El discípulo impaciente.
- Lucas dejó saludos- me apuré a decir.
Gaspar cerró la boca y parpadeó varias veces. Me contempló un momento y luego pidió que lo acompañase. - Vamos a dar una vuelta, un poco de aire fresco nos vendrá muy bien a los dos.
No tenía un cronómetro a mano, sin embargo arriesgo a decir que no soporté ni cinco segundos de silencio. Ni bien la casa quedó atrás, lo acribillé a preguntas. ¿Qué sentiste; qué crees que pueda hacer; representa un peligro, crees que pueda controlarla, su lugar es junto a nosotros, cuando será conveniente hacerla cambiar…?
Si no seguí liberando todas las dudas y miedos que tenía atragantados fue porque Gaspar me lo impidió.
- Tranquila- puso sus manos sobre mis hombros-. Respira profundo y concéntrate en mí.
Hice lo que me pidió. Lo miré a los ojos.
- Anežka se quedó con Leandro organizando sus clases de castellano. A ella le entusiasma mucho aprender el idioma, y creo que también le entusiasma Leandro. Todavía nos teme, incluida a ti, lo cierto es que al mismo tiempo la embelesa nuestra imagen y en algún punto, también lo que somos. Es como el fuego, sabes que si juegas con él puedes quemarte pero al mismo tiempo resulta imposible no admirarlo, no quedar embriagado con su fuerza y magnificencia, resulta hipnótico.
- Gaspar, vamos al grano, viste algo o no.
- Por dónde empezar- soltó una de sus manos de mí, y con la otra, me empujó por el camino rumbo al precipicio desde el cual uno podía contemplar el río sin ningún obstáculo-. Es en extremo sensible. Muy perceptiva. Tiene muchísimo potencial y si bien su juventud en parte puede considerarse un obstáculo, desde otro punto de vista es una ventaja inigualable. Está en la flor de la vida; es un diamante en bruto. No me extraña que ese grupo se enfrentase a ti en Praga por ella sin que les importase en lo más mínimo las consecuencias. Lo que Anežka tiene no es nada común entre nosotros. Es como un imán de energía, ella posee una carga propia en teoría inagotable, y además, absorbe la de aquello que la rodea. Por ahora lo hace de forma involuntaria, es como si dentro de ella tuviese un radar, cuando detecta energía la maquinaría que lleva dentro se enfoca en eso y la absorbe. Cabe destacar que según entiendo, solamente le atraen las fuerzas en extremo poderosas, no obstante, me imagino que el día que aprenda a controlarlo logrará absorber energía de cualquiera de nosotros, por más insignificante que sea el demonio en cuestión.
Nos detuvimos frente al barranco.
- ¿Es un poder?- parpadeé-. ¿Su poder es absorber la energía de los demás?
- Es al menos el más evidente-. Gaspar contempló la línea del horizonte-. Hay demasiadas cosas allí y la verdad es que se me complico un poco intentar ver mucho más allá-. Giró su cabeza hacía mí, me sonreía con cierta picardía-. Ella no es consciente de lo que hace, en cuanto se acercó se focalizó en mí; a los pocos minutos comencé a sentir un cansancio que llevaba mucho siglos sin experimentar, lo cual dejó mis habilidades en un estado bastante calamitoso. Creo que a Leandro no le hizo nada, supongo que me escogió a mí porque soy el más antiguo y fuerte de los dos.
- Según lo que dices el día que aprenda a utilizar su poder…-sentí mi frente arrugarse de preocupación-. ¿Podría convertirse en un arma? Gaspar, hasta qué punto ella sería capaz de quitarle sus energías a otro demonio.
- Probablemente hasta matarlo si así lo quisiera.
- Es un arma- balbucí.
- Podría convertirse en eso si cayera en manos equivocadas.
ESTÁS LEYENDO
"Los caídos" cuarto libro de la saga "Todos mis demonios".
ParanormalCuarta parte de la saga "Todos mis demonios". Eliza se enfrente a una nueva realidad que superará todas sus expectativas. El mundo de los demonios continuará sorprendiéndola hasta lo inimaginable. ¿Soportará su relación con Vicente las nuevas verda...