Capítulo 26

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El tiempo siguió pasando hasta que de repente pareció detenerse cuando Hyunjin llegó a casa con un enorme ramo de tulipanes. Lucía tan nervioso, con su aroma potente y la punta de su nariz frunciendose con gracia; y Felix no entendía del todo porque, solo eran ellos.

Dejó el guante de cocina sobre la mesada de granito y se encaminó al salón. Hyunjin lo miraba con ojitos brillantes y ahora estaba seguro que eran por su simple presencia.

Le extendió el ramo, que a duras penas sostuvo entre sus brazos, y besó sus labios castamente.

— ¿Qué es todo esto? — inquirió dejándose llenar por el amor de su alfa.

— Los tulipanes, a diferencia de como todos creen que son las rosas, son la flor que caracteriza el más puro de los amores. Mediante este ramo, te pido permiso para comenzar con nuestro cortejo.

La verdad era que sintió que el cortejo terminaría de definir su relación. La haría fuerte y palpable para la mirada ajena y que muy probablemente acabaría con una marca de enlace.

Su psicóloga y él llevaban trabajando esto último desde que el celo de Hyunjin culminó hace un par de meses. Le hizo entender que no había sido culpa suya ni de su alfa, y que el gesto del pelinegro había sido algo de amor puro.

Subió la mirada y se encontró con la mirada expectante de Hyunjin. Sus cabellos estaban algo despeinados, delatando su nerviosismo, y sus manos no se quedaban quietas. ¿Debería aceptar?

Pros y contras rodaron por su mente y en todos ellos el pasar una vida entera con su alfa lo inclinaba. Por supuesto que aceptaría.

— ¿Qué dices? ¿Soy merecedor de cortejarte, dulce? — Hyunjin sonrió y eso fue lo necesario para terminar de caer.

— Por supuesto que sí, acepto. ¡Pero! — se vio en la obligación de cortar a medio camino la emoción — no quiero nada extravagante, lo sabes.

— Lo que mi dulce omega quiera.

Hyunjin por fin cortó la distancia y selló tal pacto con un beso. Las flores, por unos segundos, quedaron prisioneras entre ambos cuerpos pero poco pareció importarles; estaban demasiado concentrados en reconocerse y amarse como para prestar demasiada atención al entorno.

Cuando terminaron, Felix se encaminó por un jarrón que ni siquiera recordaba cómo había ido a parar a su casa. Lo llenó de agua templada y dejó que su primer obsequio de cortejo adornara la sala de estar, que con el pasar del tiempo empezaba a lucir más amigable y acogedora.

Luego, sirvió la cena en dos platos y se dispusieron a comer. Comentaron cómo iban las cosas en el cuartel, los casos que compartían y algunos otros que cada uno llevaba por su cuenta. Para su desgracia, la desaparición de omegas continuaba en su pico más alto, incluso cuando una manifestación civil había tomado protagonismo hace algunos días en el centro de la ciudad.

Miles de ciudadanos, en su mayoría omegas tanto hombres como mujeres, habían salido a las calles a clamar por su seguridad. Argumentaban que la sociedad estaba cada vez más en decadencia y que los derechos que tanto habían peleado por ganar, ahora parecían nulos.

Felix quiso unirse, incluso planeaba pedir el día libre en el trabajo, pero un caso de imprevisto lo obligó a colocarse su chaleco antibalas y salir.

Felix quiso unirse, incluso planeaba pedir el día libre en el trabajo, pero un caso de imprevisto lo obligó a colocarse su chaleco antibalas y salir

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